Correos tuvo la excelente idea de apuntarse a una de las muchas iniciativas solidarias que han surgido en las últimas semanas para ayudar en la lucha contra el covid-19. En este caso, la que organizaron un grupo de hosteleros zaragozanos, ‘Gastroaplausos’, de llevar cenas a los hospitales de la ciudad para que el turno de noche y de urgencias sanitarias se sintiera más apoyado. Fue buena la decisión y malo el desarrollo, como se ha comprobado por las denuncias de los trabajadores postales, que han advertido que no se cumplen las mínimas normas de seguridad en el reparto de la comida. La acusación se en tiende fácil: ni tienen equipos de protección para los voluntarios que distribuyen los alimentos, ni se procede a la desinfección de los vehículos.

“Las mismas furgonetas con las que se hace la distribución normal son las que usan para repartir la comida a los hospitales. Echamos en falta, sobre todo, un protocolo de desinfección de los vehículos por dentro, tanto en la zona del conductor como en el cajón de carga, ya que esos mismos vehículos son utilizados al día siguiente en las funciones de reparto de la USE, con el agravante de que son utilizados por varios conductores diferentes a lo largo de la semana”, dicen desde el sindicato CGT.

En cuanto a los protocolos de limpieza de las unidades de reparto y centros de la empresa, “seguimos viendo trabajar a los servicios de limpieza sin que apreciemos medidas excepcionales de limpieza ni desinfección. Además, siguen coincidiendo en horario con los trabajadores de las unidades, lo que complica su adecuada realización”, manifiestan.

Los trabajadores entienden que la medida es positiva a nivel social, pero insisten en conocer el protocolo. El de limpieza, aseguran, es exactamente el mismo que había antes de que comenzara la alerta sanitaria. Así que han realizado varias solicitudes al departamento de prevención de riesgos laborales: “Que se nos facilite el protocolo completo de entrega de la comida en los hospitales: el modo en que se realiza la recogida y la entrega; las medidas de protección y seguridad de los trabajadores; las de los embalajes y contenedores en los que se está llevando la comida para mantener las condiciones organolépticas del producto y, si se trata de producto cocinado, que garanticen el mantenimiento de las condiciones de temperatura adecuada desde su elaboración hasta su entrega; y un plan específico de desinfección de embalajes de alimentos y vehículos.

Además, también han pedido una copia de las medidas extraordinarias de limpieza que se están llevando a cabo en todas las unidades y centros de Zaragoza, ya sea en caso de positivo por covid-19 o como protocolo habitual de limpieza.

Volviendo al principio, han solicitado también que se paralice la actividad de reparto de comida en hospitales “si no se garantizan unas medidas de seguridad mínimas para los trabajadores y para la sociedad”. Entienden que se debe cumplir con la normativa que rige dicha actividad, con las medidas de protección completas para los trabajadores que la realicen y un protocolo de desinfección específico de los vehículos por dentro.

Por aquí deslizan que es un proceso “oscuro” el de estos repartos de comida porque incluso no llegan a saber qué voluntarios son los que realizan el reparto de la comida, ni dónde la recogen cada día ni exactamente dónde la entregan. Se lo imaginan, claro, porque tanto los centros sanitarios como los locales de restauración son públicamente conocidos. Pero no les informan. “Claro que queremos facilitar el transporte de estos alimentos, pero creemos que tendría que ser Sanidad quien exigiera un protocolo, que no debería distar mucho del que tienen sanitarios, policías… Pero aquí van a remolque. En la primera semana, por ejemplo, los EPI reglamentarios fueron inexistentes”.

Las circunstancias son extrañas desde hace días entre sus empleados. Se han ido cerrando y reabriendo oficinas en Zaragoza por contagios. En concreto, ha habido en cuatro en Zaragoza hasta ahora: Fernando El Católico, Las Fuentes, La Jota y El Portillo. “Mandaban a los compañeros a casa en cuarentena, desinfectaban y a los dos o tres días volvían a abrir con otros compañeros que cogían de otros servicios”, denuncian antes de explicar su situación: “Los carteros somos ahora un vector de contagio, sobre todo en los pueblos donde se sigue llamando a las casas para entregar la correspondencia”. De momento, en Aragón se han reconocido media docena de casos de coronavirus.

Correos cuenta con unos 1.400 trabajadores en Aragon. En torno a la mitad de ellos no está ejerciendo su labor profesional por la reducción y restricción de la actividad, entre ellos el personal que se considera de riesgo, como los mayores de 60 años.

A nivel nacional, CCOO y UGT denuncian que las instrucciones impuestas sin negociación alguna por el presidente de Correos el pasado 15 de marzo orientaron la actividad al negocio y la rentabilidad, dejando el servicio público postal fuera del Real Decreto de alarma aprobado el 14 de marzo, lo que ha llevado a la mayor empresa pública a niveles de contagios inasumibles, con más de 600 casos positivos y cerca de 2.000 personas en cuarentena.

Más allá, estos dos sindicatos creen que Correos debe paralizar su actividad si no es capaz de cumplir las normas básicas de seguridad. “La prestación de los servicios esenciales y de servicio público postal deben realizarse, en todos y cada uno de los casos, con la máxima protección en su desempeño mediante equipos individuales y colectivos de protección, según los casos (guantes, gel, mascarillas que nos consta que a día de hoy miles de trabajadores/as no cuentan con las medidas de protección necesarias, exponiéndose al contagio), y las medidas que garanticen la seguridad de los trabajadores/as (distancia, mamparas, desinfección real y no ficticia, etcétera)”. De lo contrario, dicen, hay que parar ya.