Hoy se cumplen 40 años del peor incendio que ha sufrido Zaragoza en su historia reciente, el del hotel Corona, que dejó 78 fallecidos y 64 heridos y conmocionó a toda España. Un fuego iniciado en la cafetería Formigal que rápidamente se propagó por todos los canales y materiales posibles, en un establecimiento que no contaba con ningún tipo de medidas de prevención. Como todos los de aquella época. Si algo bueno salió de la tragedia, aparte de muestras de valor y colaboración por parte de la ciudad entera, fue la revolución del cuerpo de bomberos y de la normativa urbanística que colocó a la capital aragonesa a la vanguardia de la seguridad.

A la semana siguiente del trágico suceso, el alcalde Ramón Sainz de Varanda traspuso las incipientes ordenanzas urbanísticas de Madrid y Barcelona a la ciudad, y al año, Zaragoza contaba con la normativa más exigente de España. Cuestiones como la inspección por parte de Bomberos de todos los edificios públicos, la sectorización para evitar la propagación del fuego, el uso de materiales resistentes a las llamas o que no generen humos tóxicos o las vías de evacuación, que hoy parecen naturales, fueron implementadas entonces.

No menos importante fue el cambio en los bomberos, que de un parque con dos escaleras y un brazo articulado pasó, en cuatro años, a ser referencia nacional, con una red de parques, abundante material y una formación que les hizo ser campeones de Europa de maniobras profesionales en 1985 y 1989.

Todo ello, eso sí, a costa del peor mazazo que sufrió Zaragoza en el siglo XX, iniciado por el recalentamiento de los 20 litros de aceite de una máquina de hacer churros, que prendió sin que los empleados que se encontraban cerca pudiesen hacerse con el fuego. Fue a las 8 y cuarto de la mañana cuando las llamas surgieron de la churrera. Tras el intento, sin éxito, de apagarlas con extintores, se extendieron con rapidez. Una circunstancia nefasta en un hotel prácticamente lleno.

En total, aquel día se encontraban 230 personas en el Corona de Aragón y 190 de sus habitaciones estaban ocupadas.

Muchas de las estancias estaban contratadas por militares y sus familiares, que llegaban a Zaragoza con motivo de la entrega despachos en la Academia General Militar. La viuda de Franco, Carmen Polo, sus dos hijos y el general Alfonso Armada eran algunos de los huéspedes.

Estas personalidades se libraron de la muerte en el hotel, pero no los casi 80 fallecidos, la mayoría por la inhalación de monóxido de carbono o por arrojarse al vacío al tratar de huir del fuego. En esta trágica fecha, los bomberos llegaron solo 2 minutos después de recibir el aviso y salvaron numerosas vidas, un trabajo heróico extensible a otros profesionales como guardias civiles, personal sanitario o policías. También muchos voluntarios que se prestaron a auxiliar a las víctimas. Uno de ellos fue el electricista del hospital Provincial Manuel Tomé, quien rescató a once personas. Con esta labor puso en riesgo su propia vida pero, afortunadamente, solo le produjo algunas lesiones leves.

En total, fueron 160 los bomberos movilizados, prácticamente toda la plantilla de la que, por aquel entonces, disponía la capital aragonesa. Muchos sufrieron intoxicaciones durante este servicio y uno de ellos resultó gravemente herido cuando cayó de la escalera mientras trataba de evacuar a una víctima en la segunda planta.

«Había una evidente falta de medios. Bomberos solo tenía una escala con camión y no sé si llegaron a sacar otra de madera sobre un camión Magirus muy antigua. Para rescatar a la gente improvisaron dos grandes grúas con plataformas para subir materiales, o colocando escaleras de mano», recuerda el periodista que cubrió el incendio Luis Granell.

HOMENAJE

Sus recuerdos sobre las deficiencias en esta época también se hacen extensibles a las propias instalaciones del hotel, puesto que, añade, muy pocos las escaleras de emergencia, dispositivos que «casi nadie» sabía de su existencia en el hotel. «En aquella epoca la legislación no lo tenía previsto. Ahora te exigen luces autonómas y otras cuestiones, igual que el parque de Bomberos estaba infradotado y después pasó a convertirse en uno excelente», concluye Granell. Cuatro décadas de un incendio que cambió la forma de entender la seguridad, tanto en su prevención como en su intervención. Mañana, la ciudad recordará a las víctimas. Será en el jardín dedicado a las mismas en la avenida José Atarés y acudirán personalidades como el alcalde, Jorge Azcón, para rendir homenaje a los que allí murieron.