El ambiente que vive la localidad de Muel dista mucho del que ha vivido durante el confinamiento. Ahora, sus vecinos dan alegría a las calles y disfrutan de los paseos en el entorno de su maravilloso parque y sus alrededores.

Hasta allí acudieron esta mañana algunas familias por la mañana, como es el caso de Iris Oliván y sus hijos, Vega de 5 años y Lian de 5 meses. Para Iris, es necesario que los ciudadanos sigan tomando conciencia, «que se mantengan las distancias y evitar juntarse», detalló. Y en su pueblo, tratan de hacerlo. «Me da la sensación de que se guardan las distancias, pero tenemos que prestar atención a los niños, ya que es más complicado para ellos», comentó.

Su familia cuenta con terraza y jardín, por lo que en estos momentos se sienten «unas privilegiadas», «pero nos hemos acordado de niños que están en pisos más pequeños, ha tenido que ser complicada la situación para muchas familias, también las monoparentales, las que tienen dificultades, las que sufren violencia... Las hemos tenido especialmente presentes, y me ha servido para valorar nuestra situación, el poder vivir con los abuelos, que a lo mejor no le dabas la importancia que ahora sí», subrayó.

La imagen que han dejado estos días las grandes ciudades no tiene nada que ver con los pequeños municipios como Muel. «El permiso en los pueblos de menos de 5.000 habitantes parece que signifique que nos hayan soltado todos a la vez, pero en los pueblos hay anchura y no se nota», así de concluyentes se mostraron Jesús García y Ángel Argachal, dos muelenses de 76 y 77 años. Ellos consideran que en los pueblos se deberían adelantar las fases del plan de desescalada, «aquí hay mucho espacio, no es como la ciudad, tenemos muchas zonas de paseo», apuntaron.

Si la fase 2 se adelantara en los pueblos de Aragón, se podrán utilizar los espacios interiores de bares y restaurantes, lo que Jesús y Ángel recibirían con buen agrado, ya que «teníamos el vicio de echarnos un café después de almorzar», dijeron. En el restaurante Fonda Rubio han seguido con su labor para empresas, pero la demanda ha bajado, ya que dependen de trabajadores y clientes de Zaragoza. También realizan pedidos a domicilio y de recogida en su local. Para sus gerentes, Enrique Rubio y Elena Gimeno, cuanto antes se pudiera retomar la actividad, mejor. De hecho, ya han quitado mesas de sus comedores para adaptarse a las medidas de prevención requeridas.

En la cola

En el centro del municipio, una larga fila de una decena de personas esperan, manteniendo las distancias, para entrar a la tienda, donde se hace la compra de uno en uno. Entre ellas, Luis, quien acude a la plaza una vez a la semana, con la lista de la compra en mano para no olvidarse nada y adquiere lo necesario para toda la semana. Otra espera que debe hacer es la de la peluquería, ya que «me han dado cita para dentro de cinco días», indicó.

Dolores Pina también esperaba su turno y desde su punto de vista, agradece que se pueda salir a cualquier hora, «ser de pueblo tenía que tener algún privilegio», afirmó. Pina está de acuerdo con la propuesta de que los pueblos tengan más facilidades en la desescalada, «aquí no hay riesgo, en según qué sitio no te encuentras a nadie, te puedes dar una vuelta por los pueblos de alrededor y seguramente no veas a nadie», detalló.

En la fila le sigue Manuel y su madre, Luisa Prat, quien aseguró que el ambiente de la plaza se vive cada día solo a la hora de la compra. Su hijo aprovechó para salir con el patinete y después retomar los deberes del colegio, ya que, según Prat, les mandan las fichas por Internet y hacen alguna videoconferencia con la profesora. «El ayuntamiento facilita las fichas para quien no tiene impresora», detalló otra vecina, Pilar, quien también iba acompañada por sus hijos Lucas y Luis, de 3 y 8 años, para hacer recados. Para ella, el hecho de vivir en Muel le da tranquilidad. «Cuando salimos a los paseos podemos estar tranquilos y guardando distancias, porque por ejemplo mis amigos de Zaragoza me dicen que salen a correr por el Ebro y se dan media vuelta. Aquí podemos ir al pinar, al parque, a los caminos… es distinto», argumentó.

Comercio abierto

Los colores invaden la calle Mayor con la variedad de flores que vende la carnicería y tienda de alimentación de José María Cabezas durante estas semanas. Allí, Jimena, de 5 años, acompañada por su abuela, eligió unas para su padre. Al otro lado del mostrador, Ángeles Mazas, atiende con mascarilla y tomando distancias desde antes de que se decretara el estado de alarma. En su establecimiento ha aumentado el tránsito, «hay gente que no suele comprar en el pueblo y ahora sí que tiene que hacerlo», apuntó. Aseguró que allí están tranquilos, pero piensa que no hay que precipitarse, «con lo que hemos pasado es mejor ir paso a paso», dijo.

La cartera Rocío Domeneque también continúa con su labor. Ella aseguró que al principio había miedo y recelo, «pero todo ha mejorado». «La gente está muy concienciada, la sensación es de tranquilidad, pero con seriedad y responsabilidad. Pienso que somos bastante responsables, más que en las ciudades, porque la gente se ha implicado en la desinfección de calles, en tareas voluntarias, ayuda a domicilio… La situación es diferente», concluyó.

Muel pertenece al 95% de los pueblos aragoneses que no alcanzan los 5.000 habitantes, y aunque a veces se cometan imprudencias por el carácter cercano de sus vecinos, está preparado para que las normas se adapten a su realidad.