Cuando se hayan servido los señores del PP aragonés una buena dosis de tranquilizante, pueden pasarles un poquito a sus exitosos adversarios, los señores del PSOE. Que éstos, por distintos motivos, también están nerviosos. Marcelino ha de cambiar el discurso sobre la marcha, encontrar nuevos objetivos y repensar a dónde va con el PAR; o sea, preguntarse si el PAR es el mejor aliado estratégico dadas las circunstancias.

A mí los agobios de los políticos me dan pena, pero poca. Cuando hemos visto a los bagdadíes temblar bajo el impacto de los tomahawks y a los madrileños de El Pozo llorar impotentes tras el paso de los asesinos, cualquier refriega local por el poder casi parece una futilidad. Ustedes podrán decirme que la administración del poder determina en última instancia el vuelo de los misiles y la explosión de las bombas; pero les recuerdo que yo estaba hablando de Aragón y sus cosas, no de los grandes problemas del mundo global.

¿Qué harán Iglesias y los suyos, cuando el Gobierno central sea de su cuerda, no haya trasvase y las lanzas se tornen cañas? Supongo que dedicarse por fin a gestionar Aragón con buen tino y algo más de alegría. Pueden tomar ejemplo de lo que hacen sus compañeros catalanes, que alistan por centenares los profesores de apoyo para la enseñanza pública o exigen en sus contratos de obras que la madera usada en las mismas tenga debidamente certificada su procedencia (por citar sólo dos detalles). Y no habría de bastarles con rematar infraestructuras y engordar el presupuesto; también tendrían que aspirar a modernizar política y culturalmente esta comunidad, a situarla sobre nuevos objetivos, a mejorar los servicios, a ampliar las libertades, a proteger el medio ambiente... Ahora bien, ¿es factible hacer esto llevando de socio al PAR? Y por qué no, digo yo. Hemos de suponer que los de Biel también habrán tomado (además del Tranquimazín ) buena nota de cómo están las cosas por esta parte de España. ¿No? Pues eso.