Estamos en tránsito, en una atmósfera de sala de espera o de galería comercial de aeropuerto. Los aficionados a la lírica dicen que vamos de la oscuridad y el dolor hacia la esperanza. Yo creo que transitamos más bien desde la inercia a la consciencia (lo cual también resulta esperanzador). Mientras tanto, la política y el periodismo se han convertido en un (duro) ejercicio de adaptación a la realidad.

Nuestro horizonte inmediato casi parece hasta despejado. El PHN se ha ido al garete. Plis, plas. Se acabó. ¿Se acuerdan ustedes de cuando el trasvase parecía imparable? Bueno, ¿y qué me dicen del Real Zaragoza? De Segunda División, a la Copa del Rey. A ver quién es el guapo que le hace coñas a don Alfonso Soláns después de lo habido en el Estadi Lluis Companys... Y lo simpático que está (de momento) Zapatero, y lo relajado que se ve al presidente Iglesias ahora que mandan los suyos en las Españas, y lo claras que se ven hoy las mismas cosas que hace sólo un par de semanas parecían complicadísimas... Podríamos pensar que los periodistas (o sea, los de verdad) estamos a punto de quedarnos sin trabajo, aunque esta vez no por la Caza de Brujas sino por la aparente dulzura de la actualidad.

Pero el tránsito que nos ocupa tiene destinos finales imposibles de predecir. El Mundo está medio loco. Y quienes lo vienen gobernando han acreditado su carácter demente o su absurda codicia o su profunda ignorancia... o esa mezcla de los tres factores que caracteriza a las supuestas élites neoconservadoras (más bien neoconservaduras ). Cuando uno observa estos días la reacción del PP español ante la derrota electoral y cuando contempla en particular al PP aragonés, empeñado en seguir adelante como si nada hubiera pasado, se percata de cuán patéticos eran y son estas buenas personas de la derecha carpetovetónica; y del peligro que tienen (sordo nuestros paisanos; pregonao los yanquis).

Con todo lo que está cayendo aquí y allá, deberíamos esperar que el tránsito fuese rápido y fácil. Pero será tortuoso y complejo. Ni Bush, ni Blair, ni Aznar, ni Rajoy ni el pobre Alcalde se han dado cuenta de que estamos de viaje.