La gente no se daba cuenta y los conductores de los tranvías hacían lo que podían. Sobre todo tocaban la campana, claro, en algunos casos con cierta desesperación, para advertir a la gente de que en el tramo entre vías sí había tráfico. No lo parecía a buenos ratos. Desde la plaza Paraíso hasta la entrada de la calle Alfonso I, las distintas arterias habían sido inv­adidas por la masa de gente que conquistó el centro de la ciudad el primer día del puente de la Constitución. Fue una invasión pacífica en toda regla, aunque a más de uno le pareciese una exageración en tiempos de pandemia.

La vía principal de Zaragoza se llenó de selfis y corrillos para comentar las «alegres» luces de Navidad del alcalde Azcón, al que le falló parte del dispositivo de seguridad. El tranvía, bien se sabe en la ciudad desde su inauguración, esconde sus peligros. Más cuando en mayoría se piensa que hay vía libre para circular por Independencia en toda su amplitud. El tráfico, el de coches, estaba cortado y Patricia Cavero, delegada de la Policía Local, había anunciado que la velocidad de los trenes se adecuaría en el tramo horario correspondiente -entre las 6 de la tarde y las 9 de la noche- al cruzar las vías más delicadas.

No calculó la concejala de Infraestructuras que su plan se iba a ver desbordado. No hubo manera de controlar el aforo en las calles por mucho dron que volara, ni forma de reconducir una tarde que, si bien en cualquier otra época hubiese sido feliz, ayer se alejó de las recomendaciones repetidas, incluso las del propio ayuntamiento, las del alcalde que aseguró que se ejercería la seguridad «a pie de calle».

Ni a pie ni en tranvía. La Policía quedó desbordada y a los convoyes solo les faltó esquivar a la gente que disfrutaba de estos días de andar por casa. Tuvieron que tirar de frenos y campana. Tampoco se vio la capacidad de reacción anunciada el miércoles por el alcalde y la concejala, por muchos que los drones deleitaran a los ciudadanos con sus movimientos aéreos. El peligro llegaba en las dos direcciones, la gente miraba hacia arriba. No hubo heridos, pero nadie puso remedio para que los convoyes dejaran de circular entre Gran Vía y Murallas o para evitar que los ciudadanos circularan por las vías con normalidad cual si fueran aceras.

«Se que es un esfuerzo extraordinario, pero de nosotros también depende cómo se afronte la seguridad de todos los ciudadanos», dijo y repitó Cavero hace cuatro días pidiendo el juicio que obviaron en esta parte los encargados de diseñar el dispositivo que ni fue modular ni completo. Ni responsable.