Las personas que padecen un trastorno de la personalidad son más propensas a padecer alcoholismo o a ser dependientes de otras drogas. Esto se debe a las características psicológicas específicas que suelen presentar como una mayor impulsividad, una necesidad imparable de experimentación y una escasa capacidad para calibrar los riesgos que originan sus acciones.

La combinación explosiva de ambos elementos, trastorno más alcohol, suele estar presente entre los protagonistas de los casos de violencia doméstica. El psiquiatra Gabriel Rubio Valladolid, jefe de los Servicios de Salud Mental del Distrito del Retiro en Madrid, describió así las implicaciones clínicas y genéticas de los trastornos antisociales durante el V congreso nacional y VI europeo sobre trastornos de la personalidad, que se está celebrando en la actulidad en el Auditorio de la capital aragonesa.

"Los diagnosticados con trastornos de la personalidad son personas que se guían por lo inmediato, por los impulsos, muy precoces incluso en el consumo de drogas porque tienen una necesidad de probar, de experimentar cosas nuevas, sin calibrar ni tener en cuenta las consecuencias ni los riesgos, y eso les convierte en caldo de cultivo de las drogodependencias", señaló el experto en psiquiatría.

En su opinión, existe una cierta predisposición a padecer alcoholismo y otras dependencias en aquellas personas con trastornos de personalidad, que les hacen ser, además, mucho más vulnerables a la impulsividad, la agresividad y la violencia. "Precisamente, en los casos de violencia doméstica, la prevalencia del trastorno de la personalidad y del abuso de alcohol y otras drogas es muy elevada", reconoció Rubio Valladolid.

"Muchas mujeres que han sido víctimas de violencia de género nos reconocen después que cuando sus maridos cuando no bebían eran más soportables", añadió.

Por otro lado, Gabriel Rubio destacó también que entre los diagnosticados de trastornos de personalidad, existe un subgrupo, de aproximadamente el 30%, que durante su infancia padecía hiperactividad, y que permite que sea el colectivo que más se pueda beneficiar de técnicas de psicoterapia y de tratamientos farmacéuticos para tratar la impulsividad.

"Ser impulsivo significa que el mundo se orienta con pocas cortapisas, con una gran influencia de lo inmediato, lo que le complica la vida al afectado y a los que le rodean", explicó Rubio.

COMPONENTE GENETICO En cualquier caso, reconoció que la impulsividad cuenta con un componente genético muy importante sin olvidar el peso de los factores educacionales, para añadir posteriormente que la cultura actual "propicia la impulsividad, con una educación en la que no se ponen límites ni cortapisas a nada".

A pesar de que un trastorno antisocial de la personalidad no se puede diagnosticar hasta pasados los 18 años, lo cierto es que existen algunos indicadores que pueden evidenciarlo ya desde la infancia.

"Las personas afectadas por estos problemas no se sienten responsables de sus actos, la culpa es siempre de los demás. Son maltratadores de animales, con un maltrato también hacia los padres, al mismo tiempo que se muestran muy seductores, con capacidad para convencer", afirmó el médico.