Dieciéis meses después de la tragedia del Yak-42, la presencia de tropas aragonesas en Afganistán volverá a ser una realidad. Casi un centenar de efectivos de la Agrupación de Apoyo Logístico de Zaragoza (AALOG-41) integrarán el ANSE (siglas en inglés del Elemento de Apoyo Nacional para Afganistán), que ya participó en el primer contingente español desplegado en Asia central. Asimismo, el Ejército del Aire aportará dos Hércules C-130 con sus respectivas tripulaciones y personal del Escuadrón de Apoyo al Despliegue Aéreo (EADA), ambos con base en la capital aragonesa.

Los logísticos aragoneses ya formaron parte del primer contingente español desplazado en febrero del 2002 y fueron los encargados de establecer todo el operativo para proporcionar condiciones de vida y asistencia a las tropas. Fueron los encargados de abrir misión, una labor difícil por las condiciones del país --empobrecido, desestructurado, inseguro y con riesgos sanitarios--, la distancia de España --más de 6.000 kilómetros-- y la duración de la misma.

En aquella ocasión, ni el Rey ni el entonces ministro de Defensa, Federico Trillo, que acudieron a despedir al contingente, eludieron pronunciarse sobre los peligros a los que iban a enfrentarse las tropas españolas. Dos años y medio después, y con las 62 muertes del Yakovlev 42, las sombras y las dudas vuelven a cernirse sobre la misión.

Si en el primer despliegue, la práctica totalidad de los expedicionarios españoles se concentró en la capital afgana, Kabul, junto a otros ejércitos de la coalición (ISAF), en el que presumiblemente se efectuará en septiembre está previsto que se distribuyan en varias zonas o provincias, todavía no determinadas.

RECONSTRUCCION Desde el 2002, las tropas españolas prestaron ayuda en la reconstrucción de infraestructuras y apoyo al nuevo gobierno surgido tras la expulsión de los talibanes. Ahora tienen como objetivo colaborar en que el proceso electoral que se va a llevar a cabo en octubre sea limpio, así como en proporcionar seguridad durante los comicios.

Sin embargo, la nueva misión, según fuentes militares consultadas por este diario, "supone partir de cero y enfrentarse a más dificultades". Entre ellas, las hostilidades que pueden plantear los denominados señores de la guerra" (jefes tribales que no siempre han apoyado al Gobierno interino de Hamid Karzai ni la presencia de tropas extranjeras) o las enfermedades. "Llegaremos en plena época de malaria", aseguraron.

El traslado tanto de efectivos como de material fue el primer gran reto para los logísticos aragoneses --nunca antes el Ejército español se había proyectado a un país tan lejano y sin acceso por mar-- y para ello fue necesario alquilar aviones de transporte exsoviéticos (Antonov, Yakovlev e Illushin) porque ningún país europeo dispone de aparatos de esta capacidad. Una necesidad que vuelve a ponerse de manifiesto.

Pese a las dificultades que plantea esta nueva misión, para algunos militares "más que Irak, porque las condiciones del país son peores", las listas de futuros expedicionarios se están rellenando con voluntarios.

Los últimos aragoneses que regresaron de tierras afganas fueron los 80 miembros del Regimiento de Ferrocarriles número 13 de Zaragoza, que formaban parte de la ASPFOR VII y llegaron a la base aérea el 19 y 20 de mayo pasado.