El Sobrarbe y la Ribagorza se subieron al carro del turismo rural en los años 90, cuando todavía era un fenómeno incipiente en Aragón. Ahora, ambas comarcas oscenses están a la cabeza de esta forma de puesta en valor de un territorio, como lo demuestra el hecho de que Aínsa acaba de ser nombrada capital española del turismo rural, un título concedido mediante votación popular en las redes sociales por Escaparural.com.

Aunque, más que de Aínsa en sí, cabría hablar de su término municipal, que cuenta con 26 aldeas o pequeños núcleos habitados en los que se han abierto durante las tres últimas décadas 50 viviendas rurales que ofrecen 268 plazas.

Se trata de pueblos que en casi ningún caso superan los cien vecinos y también de simples pardinas o casas de campo con media docena de habitantes, o menos, y situadas en medio de un paisaje de prados, arboledas y tierras de labor. En total suman 900 residentes, frente a los 1.300 con que cuenta la cabecera, el casco histórico de Aínsa y los barrios construidos junto a la carretera N-260 y la A-138.

«En 1990 se abrió la primera casa rural en el municipio, en el núcleo de Latorrecilla», explica Enrique Pueyo, alcalde de Aínsa, que reconoce el importante papel desempeñado por las ayudas de la Diputación Provincial de Huesca en el desarrollo del sector.

NORMATIVA AUTONÓMICA / «Al principio, los dueños de las casas ofrecían habitaciones en sus mismas viviendas pero, con el paso del tiempo, se ha pasado a edificios enteros, adaptados y rehabilitados siguiendo la normativa autonómica», precisa.

Ahora se puede decir que el turismo rural ha sido la salvación de muchas aldeas amenazadas por el fantasma de la despoblación, que ha afectado gravemente a todas las comarcas pirenaicas y prepirenaicas.

«Los alojamientos rurales regentados por familias son en la actualidad un complemento económico de actividades como la agricultura y la ganadería», subraya Paco Parra, presidente de Turismo Verde. «Nadie vive solo de acoger visitantes, pero esta actividad contribuye a aumentar la renta en el medio rural», explica.

PUEBLO MÁS BONITO / Otro de sus efectos beneficiosos es que ayuda a preservar el patrimonio arquitectónico del Sobrarbe, que llegó a estar en peligro debido a la despoblación provocada en los años 60 del pasado siglo por la falta de recursos y por la amenaza que representaban los proyectos de construcción de embalses, como en el caso de Jánovas.

«Gracias a que hay un turismo interesado en conocer la vida de los pueblos, muchas casas de arquitectura tradicional no desaparecen y se levantan otras siguiendo el estilo propio de la zona», señala Enrique Pueyo.

De hecho, los visitantes que practican turismo rural proceden en su inmensa mayoría de grandes ciudades y de zonas muy industrializadas. «Hay gente que lo que busca es una forma de vida tranquila y que se asombra cuando ve que las gallinas van corriendo por las calles», afirma el alcalde.

Todo esto hace que Aínsa vaya acumulando títulos. Al de capital del Sobrarbe se acaba de añadir el de capital del turismo rural, pero hace ya varios años que figura en el selecto club de los pueblos más bonitos de España, lo que le confiere un gran poder de atracción.