Los forenses del Instituto Toxicológico de Estambul que trabajaron en el lugar donde se estrelló el Yakovlev el 26 de mayo del año pasado guardan muestras de ADN de los restos hallados dos meses después del trágico siniestro, que costó la vida a 62 militares españoles. Unos restos cuyo paradero sigue en el aire.

Así lo aseguraron a EL PERIODICO DE ARAGON algunos de los expertos que estos días cotejan los códigos genéticos de los soldados fallecidos con los de 46 familias de las víctimas --las 37 que acudieron el pasado lunes al instituto y nueve de las once que cedieron sus muestras en el Instituto Anatómico Forense de Madrid--. Una información que jamás fue transmitida a los afectados desde el anterior equipo del Ministerio de Defensa.

Los especialistas rechazaron de plano la versión facilitada a este diario por el entonces secretario general de Política de Defensa, Javier Jiménez-Ugarte, quien tras confirmar primero la aparición de los restos, trató de matizar sus palabras días después tras la polémica surgida alegando que se trataba de "simples restos de tejido o músculo, nunca de algo que pueda considerarse como un resto humano".

"Algunos de los hallazgos eran importantes --este periódico prefiere no dar datos concretos sobre ellos por respeto a los allegados--. Y no aparecieron diez días después del accidente, sino dos meses más tarde", comentó uno de los forenses que formaba parte del equipo médico turco que realizó los reconocimientos externos de las víctimas.

Este experto explicó que su labor se centró exclusivamente en tomar muestras para extraerles el ADN y que desconoce qué se hizo con ellos. Afirma no tener "ni idea" de si se enterraron en Turquía, "con el mayor de los respetos", como aseguró Jiménez-Ugarte. El propio Trillo afirmaría tras la publicación de estos datos que no tenía constancia de este hecho y que "cuando se trata de informaciones solventes, éstas tienen plena contestación por parte de los responsables de Defensa".

"Algunos de los restos aparecieron incluso en un árbol, por eso no se pudieron ver con facilidad al principio. Pero nuestra labor no consistía en hacernos cargo de ellos posteriormente. Nosotros no los enterramos", indicó.

Igualmente, desde la Embajada de España en Ankara (Turquía) tampoco se dieron pistas acerca del lugar exacto en el que se encuentran. "Conocimos este asunto a través de los medios de comunicación. Pero no sabemos qué se hizo con los restos", señalaron fuentes diplomáticas a este diario.

La supuesta inhumación de los restos de los cuerpos se llevó a cabo en todo caso sin autorización de las familias de los militares. "Como era habitual, no nos explicaron nada. Se lo callaron todo para evitar que se destapara la caja de Pandora. Ahora, el nuevo Ministerio de Defensa debería explicarnos dónde están", apuntó la viuda de hecho del sargento primero Miguel Angel Algaba, Ana Ochoa.

Igualmente, los forenses mostraron su preocupación sobre qué ocurrirá con los cuerpos en caso de que se confirmen los errores en las identificaciones, ya que muchos de los fallecidos fueron incinerados.

Un detalle que nadie les había comunicado y que les sorprendió, ya que en su país no existe esta costumbre. "Es un problema, porque si hay que exhumar los cadáveres y devolver los auténticos cuerpos a sus respectivas familias, habría dificultades con los incinerados".