La desagradable situación de tener que sacar adelante un negocio en un edificio en esas condiciones acabó por doblegar la voluntad de la familia Pascual. "Tuvimos que marcharnos. Lo denunciamos muchas veces pero nunca hicieron nada. Estábamos debajo de una casa en ruinas en la que se habían metido okupas", recuerda Carmen, dueña del comercio. Sufrían malos olores, suciedad, problemas estructurales y... otros perjuicios. "Los últimos meses también lo sufrimos en los recibos. Nos pinchaban la luz y nos robaban agua. En una de las últimas facturas tuvimos que pagar 113 euros cuando el gasto normal era la mitad", recuerda Carmen, la propietaria. Un día se convencieron de que así no podían seguir. "Estuve llamando a la señora semanas y semanas a veces incluso hasta a las 0.30 horas de la noche, pero nunca tuve respuesta", recuerda. Y buscaron otro local. "Ha sido volver a empezar. Teníamos el negocio amortizado y tener que movernos ha supuesto partir casi de cero y un gasto nuevo", explica. En los bajos del edificio okupado queda un cartel que orienta a los clientes de la charcutería del traslado al número 7 de Miguel Servet.