El corto vuelo del aeropuerto de Huesca, con una actividad prácticamente nula desde que abrió en el 2006, ha acabado captando la atención de Tribunal de Cuentas de la Unión Europea. Los hombres de negro han decidido investigar por qué se invirtieron 45 millones en esa infraestructura que recibió abundantes ayudas públicas y no ha tenido ninguna utilidad.

Pero el de Huesca no va a ser el único aeropuerto objeto de pesquisas. En la misma situación están los de Badajoz, León, Ciudad Real y Castellón, cuya necesidad tampoco ha podido ser justificada. Detrás de este movimiento de la Unión Europea se haya el deseo de averiguar si se hizo un mal uso de las subvenciones. En todos los casos, los inspectores se presentarán in situ en las instalaciones aeroportuarias para valorar el problema.

El aeropuerto de Huesca se ha convertido, junto con el helipuerto de Ceuta, en la infraestructura aérea menos utilizada del país. Baste decir que entre enero y febrero de este año han pasado por su pista 19 viajeros.

De ahí que en Europa se considere que se trata de una inversión totalmente innecesaria que no se podrá amortizar en muchos años. De hecho, el bajo tráfico de pasajeros ha puesto de manifiesto que hubiera bastado con una simple furgoneta para trasladar a los viajeros a los aeropuertos más cercanos, ya sea el de Zaragoza o el de Lérida, que tampoco acaba de despegar.

Para Bruselas, Huesca es fruto de la fiebre constructora que se desató en España durante el final del siglo XX y la primera década del XXI y que estalló al mismo tiempo que la burbuja inmobiliaria. Al principio, se vendió como un éxito que en Huesca-Pirineos aterrizaran y despegaran aviones con destino a lugares de vacaciones en Baleares y Canarias.

Pero el espejismo duró poco y pronto las autoridades reconocieron que una provincia como la de Huesca, con solo 225.000 habitantes, no podía generar mucha demanda de vuelos.

Por otro lado, se intentó llenar de contenido la infraestructura mediante viajes desde ciudades inglesas de aficionados al esquí. Pero estos vuelos tampoco dieron un buen resultado y además resultaban insuficientes para sacar adelante una instalación que requiere continuo mantenimiento y una plantilla que atienda su funcionamiento.

En este sentido, 2014 ha sido un año nefasto para Huesca-Pirineos, peor incluso que el 2013 y el 2012, años en los que, al menos, se registró cierta actividad, aunque mínima.

Ahora solo faltaba que la Unión Europea se preocupara por comprobar el buen o mal uso del dinero que aportó al proyecto.