Según cómo se mire, la estación de ferrocarril de Alagón es un ejemplo de autogestión. Carece de personal que la atienda, pero los trenes regionales paran y los viajeros suben a los vagones, donde abonan los billetes al interventor como si tal cosa.

Hace ya dos meses, desde el final del verano pasado, que el factor de circulación de esta localidad próxima a Zaragoza no está en su puesto habitual, un retraso que el ayuntamiento cree coyuntural. Nada parece haber cambiado con la ausencia del responsable de la instalación ferroviaria y, sin embargo, los usuarios han empezado a percibir detalles preocupantes.

"Han robado las puertas de la sala de espera y se ven grafitos por todas partes", observa Jesús, un jubilado de Alagón que toma el tren de vez en cuando para ir al médico a Zaragoza. "Y por las noches, aprovechando que la estación está abierta de par en par, se cuelan indigentes que duermen en los bancos".

Los habitantes de Alagón asisten asombrados a la lenta degradación del edificio y de las construcciones anexas, pero su estación no es la única que puede quedarse definitivamente sin personal. Los planes de Renfe prevén que otras veintidós estaciones de las provincias de Zaragoza y Teruel, en las líneas de Madrid, Bilbao y Caspe, empiecen a funcionar de forma automática, es decir, sin empleados, antes de que termine el año 2007.

Un sistema de información integral al viajero mediante altavoces y carteles electrónicos sustituirá a los ferroviarios, que tampoco harán falta para regular el tráfico de trenes, dado que se implantará un control centralizado con sede en Zaragoza.

"La dirección de Renfe las llama estaciones telemandadas, pero nosotros preferimos hablar de estaciones abandonadas, porque la experiencia nos dice que las instalaciones sin personal entran en un proceso de degradación que, con el tiempo, conduce a su cierre definitivo al público", denuncia Francisco Catalán, secretario general de la Federación de Transporte de UGT-Aragón.

"La automatización no conduce al cierre y además mejora la seguridad y la calidad del servicio al viajero", replica, por su parte, la dirección de Renfe, que, a la vuelta de tres años, sólo mantendrá plenamente operativas diez estaciones aragonesas.

UGT reconoce que las nuevas tecnologías redundan en una mayor seguridad, pero subraya que "los viajeros se merecen una atención humana, directa".

AUTOMATIZACION "Muchos de los usuarios son personas mayores, ya jubiladas, a las que es preciso informar personalmente sobre los horarios e incluso, en algunos casos, ayudar a subir al tren", apunta Manuel Martín, factor de circulación de la estación de La Puebla de Híjar, un antiguo nudo ferroviario que entró en rápido declive en la segunda mitad del siglo pasado.

En la línea entre Zaragoza y Alsasua, la automatización supondrá dejar sin personal estaciones de núcleos rurales que cuentan con sólo dos o tres empleados que además, desde hace unos años, únicamente prestan servicio los días laborables.

"La estación está cerrada por las noches", se queja una vecina de Luceni. "La cosa ha ido de mal en peor y cada vez hay menos combinaciones", añade.

Sin embargo, las pequeñas estaciones ferroviarias tienen su público, formado sobre todo por estudiantes y personas mayores que carecen de automóvil o que, por su avanzada edad, no se atreven ya a conducir. "Mi único medio de transporte es el tren, no tengo quien me lleve en coche", afirma Mateo Benedí, un pensionista de Boquiñeni.

"Para dar un buen servicio tiene que haber personal, pues no es raro que se averíen los sistemas electrónicos que avisan de la llegada de un tren" , afirma el factor de una estación de la línea de Bilbao. "Hay situaciones de peligro --dice-- que sólo puede evitar un profesional, como los días de mucha niebla o cuando un Talgo pasa de largo a 160 por hora al mismo tiempo que se apean los viajeros de un regional estacionado en otra vía".

El caso de Pinseque, un pueblo situado junto a la vía de Madrid, es representativo de lo que puede suceder en las estaciones sobre las que pende el plan de automatización. "Primero, hace ya bastantes años, quitaron el personal, pero los trenes siguieron parando", recuerda Isabel C. "Pero el edificio se fue deteriorando porque nadie se preocupaba de arreglarlo, y llegó el momento en que ya no paró ningún tren".

Los sindicatos mantienen que la doble automatización de la información y del control del tráfico acarreará la desaparición de unos sesenta puestos de trabajo que se paliarán con recolocaciones. A su vez, es probable que la despoblación acabe afectando al ingente patrimonio inmobiliario de Renfe, que en muchos casos se encuentra visiblemente deteriorado. Nada se librará de la degradación. Ni los almacenes, ni las cocheras, ni los silos y hangares con que cuentan las estaciones medianamente importantes.