La tradición y la devoción se dieron cita ayer en la romería de San Gregorio, la última peregrinación urbana que queda en Zaragoza. Una mañana primaveral acompañó a los cientos de personas que se acercaron a pasar la mañana a la ermita de San Gregorio, actualmente situada en terreno militar, y a la que solo puede acceder el público en general este día del año.

A pesar del buen tiempo, la afluencia de público a este acto, organizado conjuntamente por los barrios de San Gregorio y Arrabal, fue ligeramente inferior a otros años. Un autobús de TUZSA y dos furgonetas de la Asociación de Vecinos de Arrabal facilitaron la llegada.

Los actos arrancaron con la bendición de términos en la cruz en la que se pide protección para la cosecha, los animales y las personas. A continuación, con el tradicional dance del rabal de la sección de Dance de la Asociación Cultural Royo del Rabal, comenzó el regreso a la ermita.

Tras él se celebró una misa al aire libre, momento en el que los que acuden por tradición comienzan el almuerzo, los devotos lo hacen al acabar el oficio religioso. En el primer grupo se encontraba Francisco Haró, que acudió con algunos amigos. "Vengo casi desde que nací y he dejado a mi familia en casa para poder subir", apuntó.

Ahora, un vecino de San Gregorio guardará el santo hasta que en la romería del 2012 se lo entregue a otro de la Arrabal, y de esta forma continuar la tradición de la custodia y romería compartidas de San Gregorio.