La memoria del carlismo ha desaparecido de Zaragoza. Solo cuando se acerca la Cincomarzada se cuela de refilón en los medios el debate sobre el origen de la fiesta local , una evocación de una batalla de la primera guerra carlista y una de las pocas celebraciones populares que no conmemoran una efeméride religiosa. «Aquello también fue una guerra civil», insisten año tras año con muy poco éxito los carlistas que todavía quedan.

La afiliación en la actualidad no llega a la treintena de miembros. «Han ido muriendo», dice con resignación el secretario en Aragón del Partido Carlista (PC), Ernesto Pérez. Tras la época de esplendor de la ideología, en los años 40 y 50, la decadencia es palpable. Su última sede estuvo en la calle Alfonso esquina con la calle Santiago. Hace quince años que está cerrada, pero algunos aún recuerdan los carteles con la bandera de la Cruz de Borgoña que lucía en el balcón. Fue el último elemento visible de una corriente que no significa nada para las nuevas generaciones. «No tenía sentido afrontar el mantenimiento de algo que no daba rendimiento», indica.

Y si en lo político van camino de la extinción, el carlismo como realidad histórica tampoco tiene mejor suerte. Hasta del callejero se ha esfumado en aplicación de las leyes de memoria democrática. En tiempos se habló de levantar un monumento alusivo en la arboleda de Macanaz, pero no se concretó. Ahora ese parque, en el que tradicionalmente se celebró la Cincomarzada desde su recuperación hace 40 años, es visto con recelo por los pocos simpatizantes del movimiento. «No significa nada bueno para nosotros», indicó Pérez cuando se le propuso hacer allí la foto que ilustra la página. A falta de sede o lugar de reunión para los miembros del partido, finalmente se tomó en la plaza de los Sitios, otro lugar con una guerra en la memoria. «En Macanaz hubo muchos muertos que no eran extranjeros, eran zaragozanos y aragoneses, no se puede hacer una fiesta sobre eso, no nos entra en la cabeza, es un auténtico disparate», reseñan.

Socialismo autogestionado

EL PC aboga por el socialismo autogestionado y lo que ellos llamas unas «vivencias actualizadas para la sociedad actual»; pero su devenir, tanto político como electoral está lleno de tropezones. En las pocas convocatorias al Congreso a las que se han presentado desde Zaragoza apenas rascaron un puñado de votos. Creen que la Transición fue injusta con ellos. No participaron en las primeras elecciones, cuando el Partido Comunista ya había sido legalizado. Eran los años del círculo cultural Vázquez de Mella, una asociación que agrupaba a los jóvenes carlistas zaragozanos, muy involucrados en la militancia política. «Vivimos aquellos años con mucha pasión, pues teníamos cuarenta años menos», bromea José Luis López Ballesteros, uno de los escasos afiliados. El local histórico del círculo se encontraba en el Coso, donde ahora está la Fnac. El ambiente era parecido al del sindicalismo clandestino. Luego se mudaron a la plaza San Felipe y llegaron a reunirse en el Club Patria, un equipo de fútbol que les permitía disimular la actividad política.

El ala más radical se agrupa en la Comunión Tradicionalista Carlista (CTC). El viejo lema de Dios, España y Rey sigue vigente en su web y en los mensajes que difunden sus convocatorias. Este sábado celebrarán una misa en la plaza del Pilar y luego comida de hermandad. Los correos de este medio para recabar su opinión quedaron sin respuesta. Desde el PC ven las ideas de este grupo como «totalmente antagónicas» a sus postulados. «Nosotros hemos tenido una evolución permanente y ya nos hemos ido de esos conceptos del carlismo antiguo», dicen. Les acusan de no haber cambiado con los años y de usurpar símbolos que ellos ven positivos, como la boina roja.

Zonas rurales

Y así, con sus certezas y su desesperanza lamentan la desaparición de una forma de afrontar la política que aún ven válida. «En las zonas rurales siempre ha existido simpatía por el carlismo, pero no nos compensa afrontar nuevas campañas», expresan. Lo único que no piensan abandonar mientras puedan es su estandarte contra la Cincomarzada. Pero ir contra una fiesta tan popular tampoco parece una carta ganadora. «Sabemos que nadie nos hace caso, nuestra realidad es triste, pero es la que es», se resignan.