Cesar Domingo, presidente de la Asociación de enfermos de Crohn y Colitis Ulcerosa de Aragón (ACCU), padece colitis desde los 24 años. Ahora tiene 48. «Me levanté, fui al baño y vi sangre en las heces». Inmediatamente, acudió al médico y este le derivó al especialista, que, a su vez, ordenó una colonoscopia. «Me esperaba algo peor. No sabía nada de la colitis y me explicaron que cursa a base de brotes. A los dos meses ya tenía todo el colon afectado», recuerda.

A partir de ahí, corticoides e inmunodepresores. «Mi cuerpo se había acostumbrado a la cortisona», afirma. Por fortuna, César se encuentra estable desde hace años. «Desde el 2003 no tengo brotes, pero esto depende de cada paciente». En su caso, apenas tiene restricciones alimentarias, más allá del alcohol, comidas picantes y bebidas con gas. «Hay a quien le quitan la leche porque no la tolera, pero no es mi caso», dice. Pero la enfermedad no afecta a todos por igual. «Hay gente que tiene que pedir ayuda psicológica», dice. Por eso, reclama a la Administración que los enfermos tengan derecho al reconocimiento de minusvalía. «En la actualidad no conceden nada o muy poco cuando lo justo sería, al menos, un 33%», indica.

Además, la enfermedad, al igual que el Crohn , cada vez afecta a más niños. De hecho, se estima que podría alcanzar al 10% de los menores dentro de unos años. «Se detecta a través de sangre en el pañal. Se debe acudir rápido al pediatra».