Bernardino Correa Fernández, conductor del autobús que se salió de la carretera cerca de La Muela en septiembre de 1999 con un resultado de 32 viajeros muertos y 20 heridos, atribuyó ayer el accidente a "un golpe de viento". Correa, de 60 años, compareció como acusado ante el Juzgado de lo Penal número 5, en Zaragoza, y subrayó que "un torbellino repentino sacó de la carretera" al autobús, un Scania fabricado en 1996 en el que viajaban 52 personas, en su mayoría jubilados madrileños que iban a pasar unos días de vacaciones a la Costa Brava.

Sin embargo, el testimonio de los guardias civiles que acudieron al lugar del accidente, ocurrido un 20 de septiembre, echó por tierra la versión mantenida por el chófer. "El vehículo se salió de la calzada por la conjunción de tres factores", explicó un agente que también hizo hincapié en que "no soplaba un viento fuerte". "Circulaba a 106 kilómetros por hora en un tramo con límite a 100, la calzada estaba resbaladiza porque llovía, y las dos ruedas de la parte izquierda del eje trasero del autobús, que se encontraban muy desgastadas, patinaron, hicieron un aquaplanning ", dijo.

Estos datos, fundamentales para esclarecer los hechos, se apoyan en informes técnicos realizados por la Agrupación de Tráfico, el Centro Zaragoza y el Instituto Universitario de Investigación del Automóvil de Madrid. El tacógrafo, que registró la velocidad y los tiempos de parada, fue examinado en un centro especializado de Alemania.

"¡NOS MATAMOS!" "Iría a unos 98 kilómetros por hora", sostuvo el chófer, que se aferró a la idea de que la salida de la calzada y el inmediato vuelco del autobús de su propiedad se produjo "en un punto negro de la autovía de Madrid, sin valla protectora, y donde se registraban muchos accidentes hasta que fue modificado poco tiempo después del accidente".

De hecho, su abogado defensor, el letrado madrileño Francisco Carrera, presentó en la vista oral, que durará otros dos días, una estadística según la cual, un año antes del siniestro, en el kilómetro donde ocurrió el accidente (el 303 de la antigua N-II) se habían registrado 16 accidentes de circulación.

"El siniestro ocurrió en un tramo conflictivo", señalaron los guardias civiles, que, sin embargo, no llegaron a calificarlo de punto negro . "Ha habido bastantes accidentes porque los conductores se confían bajando el alto de La Muela y, al final, cuando se está a punto de encarar una gran recta, se encuentran con una curva abierta pero muy larga que hay que abordar a una velocidad moderada".

"El vehículo se fue de las ruedas de atrás, hacia la mediana", confirmó otro agente de la Benemérita. "El chófer no estaba distraído --añadió--, pues reaccionó a tiempo y giró el volante hacia la derecha para tratar de enderezar el autobús".

La desesperada maniobra no bastó para corregir la trayectoria, dado que el autobús cayó por un terraplén y se encajó lateralmente en una zanja llena de agua en la que fallecieron ahogados numerosos pasajeros, mientras que otros murieron aplastados.

"El conductor sólo reaccionó cuando un viajero gritó ´¡Nos matamos!´", indicó, por su parte, la única víctima que declaró ayer, José María Rodríguez López, que perdió a su esposa en el accidente.

Su testimonio fue demoledor para el acusado. "La luna delantera iba tan empañada --aseguró--, que los pasajeros pensábamos que había niebla en la carretera, y así viajamos desde Madrid hasta el punto en que nos salimos de la carretera con ese autobús de desguace".

"El chófer --continuó el testigo-- iba a una velocidad excesiva, adelantando siempre por el carril izquierdo". "Tenía prisa por llegar a destino, y antes de salir nos advirtió incluso de que hiciéramos nuestras necesidades para no tener que parar en la autovía", manifestó.

"LIMITADOR MANIPULADO" Uno de los acusadores particulares mantuvo durante la vista que Bernardino Correa manipuló el limitador de velocidad para poder circular a más de 100 kilómetros por hora. El chófer negó que hubiera tocado el limitador, un extremo que habrán de aclarar los peritos citados a declarar hoy.

Un camionero que compareció como testigo de la defensa afirmó que el 7 de octubre de 1999 había sufrido un aparatoso accidente en la misma zona que Bernardino Correa.

"Era un tramo que siempre estaba húmedo, como si sudara, y cuarteado", comentó. "Yo pasaba por ahí tres o cuatro veces cada semana y recuerdo que con otros profesionales hablábamos de que era un sitio muy raro", agregó el testigo.