«Hay patologías que son tiempodependientes, como el infarto, el ictus y los accidentes de tráfico; es decir, la actuación rápida ante los primeros síntomas es clave para una buena recuperación», explica el doctor Javier Marta, coordinador de la Unidad de Ictus del Hospital Miguel Servet de Zaragoza y coordinador del Plan de Ictus de Aragón. Por eso, cuando a consecuencia del distanciamiento social y la demanda de no saturar las urgencias los ciudadanos limitaron al máximo su asistencia a los centros hospitalarios, se produjo un efecto indeseado. Las consultas de urgencias por distintos tipos de ictus e infartos llegaron a caer entre un 30% y un 50%. Desde que el Salud alertó de ello, hace diez días, la situación se ha recuperado ligeramente.

Según indicó el doctor Marta, en la última semana las consultas por ictus se mantienen todavía un 20% por debajo de las cifras habituales en los momentos previos al coronavirus. La buena noticia es que esos datos se han recuperado también en un 20%. «El riesgo que se asume por ir al hospital es poco comparado con lo que se tiene que ganar ante un infarto cerebral o de miocardio», insistió el doctor Marta.

Otro de los aspectos que ha cambiado con la pandemia es el perfil de quienes acuden al hospital. «Vemos que solo nos llegan los casos más jóvenes y los más graves», lamentó el doctor, que explicó que la media de edad del año pasado de pacientes de ictus fue de 78 años, mientras que desde que empezó la epidemia esta media se sitúa en los 73. «En esto influye todo: el miedo del propio paciente a contraer el virus y la reticencia de los familiares y las residencias a traer a los pacientes con síntomas leves por las dudas de que puedan contagiarse», señaló.

Por otro lado, y pese a la paulatina liberación de espacios tanto en las ucis como en hospitalización convencional de casos de coronavirus, el ritmo de cirugías del hospital Miguel Servet sigue contenido, para tener «margen de maniobra» por si hubiera un repunte de casos del virus. De media, según expresó el doctor Marta, «el 80% de las consultas médicas están paradas, todo lo programado y lo demorable».

HABLAN LOS PACIENTES

Cristina Corella: «No estoy obsesionada con el virus, pero tengo precaución»

«No estoy obsesionada con el virus, pero cuando vuelve mi marido de trabajar tomamos las precauciones sanitarias, sin obsesionarnos», resume Cristina Corella Ballestero, paciente de cáncer de colon desde hace casi tres años. Ahora ha tenido que adaptar sus rutinas al coronavirus, pero asegura que sus tratamientos no se han resentido y afirma que no siente miedo a ir al hospital por las medidas de protección que se adoptan.

«Hago quimio cada quince días y, hasta ahora, sin ningún problema. El tratamiento sigue igual y las visitas con mi doctora también», explica esta zaragozana de 52 años, casada y con un hijo. Eso sí, enumera las medidas que se han adoptado en el hospital Clínico, donde recibe tratamiento. «Antes entrábamos por Urgencias, ahora esa parte está reservada a pacientes con coronavirus y entramos por Consultas Externas», indica. «De ahí vamos al hospital de día, antes de entrar te tienes que lavar las manos con agua y jabón y en la primera puerta, otra vez, con desinfectante», relata. Por supuesto, cada cual lleva su mascarilla.

También en las consultas se guardan las distancias de seguridad. «La puerta se deja abierta, y las sillas están dispuestas guardando el espacio necesario», indica Cristina. También su tratamiento ha cambiado: «Hasta ahora no me habían puesto inyecciones para las defensas, y ahora me las dan».

Pero pese a las complicaciones, esta zaragoza

na insiste en que intenta «ser feliz cada día». «Yo sé que mi panorama no es bueno, pero lo que venga mañana ya lo veremos», asegura. Por eso, dice que no tiene miedo a que su situación empeore con el virus. «No voy con miedo, extremo las precauciones y ya está. No salgo a comprar y mis salidas son siempre para ir al hospital», explica. Y estos días tiene un momento favorito: «Espero como agua de mayo las ocho de la tarde, es un momento de contacto con mis vecinos, aunque sea a distancia».

Aspanoa: La crisis cierra salas de juegos de Oncopediatría

La inmensa mayoría de los tratamientos para niños con cáncer en Aragón se ha mantenido pese a la reducción de actividad quirúrgica. Desde Aspanoa explican que «los tratamientos y cirugías se están haciendo con total normalidad», si bien «algunas revisiones no urgentes sí que se están posponiendo, pero sin que haya mayor problema».

Lo peor para estos pacientes es que las medidas de distanciamiento social han obligado a cerrar las salas de juegos en Oncopediatría y el voluntariado tampoco puede acudir. En cada habitación, Aspanoa tiene una televisión gratuita, una playstation y wifi, lo que ayuda a entretenerse a los pacientes. Además, realizan talleres por videoconferencia y hacen apoyo psicológico a través de la pantalla.

AECC: “La radioterapia funciona incluso al 120%”

Desde la Asociación Española contra el Cáncer en Aragón afirman que el coronavirus no ha afectado a la gran mayoría de los pacientes de cáncer en la comunidad. Es más, aseguran que servicios como el de radioterapia «funciona al 120%, porque Jueves Santo y Viernes Santo se trabajó como un día laborable», explican desde la entidad.

Por otro lado, el mayor impedimento que afrontan sus pacientes es el miedo a ir al hospital. Sin embargo, recuerdan que «ningún profesional sanitario del servicio ha dado positivo por covid-19» y, eso sí, es «clave» que los enfermos mantengan el aislamiento de manera «muy estricta». Para paliar situaciones sobrevenidas por esta crisis, la Aecc ha proporcionado 3 millones de euros en ayudas en toda España.

AIDA: La rehabilitación para casos de ictus, aplazada

La Asociación de Ictus en Aragón (AIDA) lamenta que, por las medidas de distanciamiento social, hace más de un mes que su centro de neurorehabilitación está cerrado, sin poder dar servicio a los 150 usuarios semanales que atendía en Zaragoza. La misma situación se repite en Huesca y Teruel.

Miguel Lierta, su presidente, indicó que «un mes para una persona que está volviendo a aprender a andar o a respirar es muchísimo tiempo». Sin embargo, reconoce que «poco se puede hacer», puesto que es imposible realizar las terapias manteniendo los dos metros de distancia interpersonal. Tampoco pueden hacer su labor de concienciación social: «Es una situación catastrófica porque hay mucha gente que no reconoce los síntomas de la enfermedad».