La pandemia sacó al runner que muchos llevaban dentro por los parques y a los ciclistas a recorrer los carriles bici. Durante la desescalada la capital aragonesa experimentó un espectacular incremento de usuarios de las dos ruedas que dejaron a las tiendas de la ciudad sin estoc. A día de hoy, la mayoría todavía está esperando poder renovar sus escaparates porque la demanda, aunque ha descendido, se mantiene en niveles altos.

Una de ellas es Recicleta, que asegura que se ha producido una segunda ola de ciclistas. Lo curioso es que los zaragozanos han optado por desempolvar sus viejas bicis o comprarse una propia en lugar de utilizar los servicios de bicis compartidas, pese a garantizar su desinfección.

Mientras que los carriles habilitados para las dos ruedas están repletos, el servicio municipal Bizi Zaragoza ha registrado desde el 1 de mayo hasta el 16 de agosto 248.907 usos menos de los habituales. Si se compara la primera quincena de agosto con la del año pasado son 17.261 los trayectos que se han perdido.

Las empresas de alquiler de bicis compartidas que operan en Zaragoza, Mobike y Electric Renting Group, tampoco están consiguiendo sus mejores cifras, al margen de que en agosto siempre desciendan los usuarios.

Las bicis eléctricas azules están realizando una media de 150 trayectos al día, un centenar menos que en enero, antes de la pandemia. Con unos 4.500 usuarios, ahora los recorridos que realizan son más largos, de unos 10 y 15 minutos, antes eran más cortos.

Sucede algo parecido con las de Mobike, donde han detectado que sus usuarios han alargado sus trayectos para evitar el uso del transporte público. Antes de la crisis sanitaria, gran parte de los viajes de sus bicis terminaban en paradas de bus o tranvía, ahora solo sucede en el 20% de los casos. Sus desplazamientos se han reducido un 60% respecto al año anterior y si en enero la media era de 2.000 usos diarios, ahora tan solo son 600.

Tras los meses de confinamiento, el ayuntamiento de la capital aragonesa puso en marcha un plan de fomento de la movilidad compartida con la intención de evitar que se disparara el uso del vehículo privado, algo previsible dada la caída de usuarios del autobús urbano y el tranvía por el miedo a viajar en transportes colectivos y el contagio. Optaron por una medida sencilla y, sobre todo, económica, como era la de aumentar los kilómetros de «vías seguras» pacificadas y limitadas a 30 kilómetros por hora para facilitar la circulación de bicis y patinetes.

Aunque esta alternativa no acaba de convencer a los colectivos de ciclistas, como Pedalea, se han creado 80,14 kilómetros nuevos de ciclocarriles en 35 calles, a los que hay que sumar otras seis más que están pendientes. Hasta entonces, todas de un único carril de la ciudad ya estaban limitadas a 30, lo que se ha hecho ha sido incluir las grandes avenidas.

Aunque todavía no hay datos que confirmen que han aumentado los desplazamientos en bici o patinete, desde el colectivo Pedalea aseguran que ya durante la desescalada se produjo un boom de bicis que está resistiendo. «Se ha notado un bajón, pero se siguen viendo más ciclistas de lo normal, la mayoría en sus bicis».

Las tiendas de bicis aseguran que nunca antes habían tenido una demanda tan alta como sucedió durante la desescalada. Aunque ya durante el confinamiento se llegaron a quedar incluso sin bicis estáticas. En Recicleta explican que ahora las ventas han caído pero no porque ya no haya demanda, sino porque «los mercados se quedaron desabastecidos» durante la desescalada, sobre todo de bibicis urbanas.

Lo que sí siguen recibiendo son muchas viejas y necesitadas de una buena reparación tras años hibernando en los trasteros y que ahora van a pasar a una mejor vida. «Cuando empezaron a crear la red ciclable se experimentó una primera ola de ciclistas, ahora estamos viviendo una segunda. Lo positivo es que da la sensación de que muchos seguirán utilizándolas», comentan desde Recicleta, donde mantienen un ritmo de trabajo muy elevado.