A la zaragozana Mercedes Gallizo, actual directora general de Instituciones Penitenciarias, la han llamado utópica los medios de comunicación amigos (los otros le han dicho cosas mucho peores) por haber reorganizado el equipo directivo de su subdepartamento a fin de dar al mismo una nueva orientación. Lo que pretende hacer nuestra paisana (excompañera de viaje y buena amiga mía, lo confieso) es simplemente recuperar las políticas de reinserción y mejorar el funcionamiento interno y la calidad de vida en unas cárceles donde la masificación y el abandono han sido lo habitual durante estos años. Yo creía que afrontar la cuestión penitenciaria con criterios humanistas, situando como objetivo la recuperación social del delincuente era un planteamiento simplemente civilizado; pero en España lo seguimos considerando pura utopía (claro que aquí todavía nos hacemos un lío con la laicidad del Estado y de la Educación y aún no somos capaces de distinguir entre la enseñanza y la catequesis; o sea, que llevamos dos siglos de retraso respecto de nuestros vecinos franceses).

Si lo de Gallizo es utópico, ¿cómo deberemos calificar las políticas destinadas a convertir las cárceles en meros pozos negros de la sociedad? ¿Son dichas políticas realistas, represivas, reaccionarias o simplemente bordes? ¿Por qué cada vez que alguien lanza propuestas reformistas es tildado (peyorativamente) de utópico?

Llevo años escuchando a gente muy sesuda e importante desdeñar cualquier alternativa socioeconómica que no sea genuinamente conservadora, netamente insostenible y destinada tan solo a crear dinero rápido a costa de lo que sea. Pero luego casi nada cuadra: las atestadas prisiones son una bomba de relojería; pese a las masivas recalificaciones de suelo, la vivienda no ha dejado de subir (y ahora se ve que la única alternativa es la VPO); el petróleo está por las nubes tras la invasión de Irak, que tan provechosa había de ser para Occidente; la OCDE recomienda a España la imposición de ecotasas y considera que el PHN trasvasista era un desatino... Pero, claro, esto último tal vez se deba a que la OCDE también se ha hecho utópica. ¿O qué?