La imagen tradicional de la escuela cerrada a cal y canto en vacaciones de Navidad es ya algo obsoleto. Hace un año en Zaragoza era una realidad: las aulas desiertas, las luces apagadas, las pizarras limpias y los juguetes recogidos en los armarios esperaban ansiosos la vuelta de los niños y la vida en los pasillos. Pero este año será diferente, porque por primera vez en la historia escolar, seis colegios aragoneses --cuatro zaragozanos y dos oscenses-- no se han cerrado al llegar el 24 de diciembre.

El motivo de la creación de la Escuela Abierta, como se denomina el proyecto ideado por el Gobierno de Aragón y las asociaciones de padres de los centros, se debe a que las familias tienen dificultades durante estos días para cuidar a los pequeños. "Son hijos de padres que trabajan estos días y que no quieren pagar una niñera. Aquí les damos de desayunar, les enseñamos nociones de higiene, apoyo escolar, hacemos salidas y juegan con la plastilina y el barro", explicaba Mercedes Alba, profesora de Educación Secundaria y educadora social del colegio de La Caridad de Zaragoza.

Precisamente estas dos actividades son las más demandadas por los niños y con las que más se divierten. Fátima Caro, con sólo cuatro años, es una experta en la plastilina rosa, con la que hizo su muñeco de nieve. Mientras sus compañeros se afanaban en juntar piezas, ella guiñaba el ojo derecho para llamar la atención. "Me gusta mucho la escuela y me lo paso muy bien. Pero me tendrían que dejar cortar el barro", decía enfadada.

Al lado de Fátima, Cristian Hierro, de siete años, se embadurnaba en el barro mientras Musa Ndiaye, de diez, hacía un tronco. "Estamos muy agusto. En casa nos aburrimos mucho y aquí podemos jugar", coincidían ambos muchachos.

Los pequeños de La Caridad recibieron ayer una visita especial para acompañarles en sus tareas. La directora general de Familia del Departamento de Servicios Sociales y Familia del Gobierno de Aragón, Blanca Blasco, charló con los pequeños. "Mira qué muñecos hemos hecho y qué mariposas", le enseñaba Jairo Larralde, de 11 años, a Blasco. Mientras, Mamen Rubio aseguraba que prefería estar allí que en la calle. "Sino se pierde mucho el tiempo", decía.

Blanca Blasco destacó tras la visita que la iniciativa es una garantía para el futuro. "Es mejor que los niños estén aprendiendo y haciendo amigos que jugando con la Play Station", sentenció.