AstraZeneca. Esta marca comercial será difícil de olvidar, al menos en el corto plazo, para millones de personas y miles de aragoneses. Y no solo porque ha copado la información de los últimos días en los medios de comunicación sino también porque estas personas ya han recibido la primera dosis de esta vacuna. El problema es que no saben si recibirán una segunda. La incertidumbre, el enfado y el temor se ha apoderado de muchos de los profesionales esenciales que han recibido el primer pinchazo de AstraZeneca en la comunidad. Profesores, policías, sanitarios, estudiantes forman parte de los 50.933 aragoneses que observan sorprendidos la nefasta gestión de una vacuna sobre la que recae la sombra de la duda, a pesar de que los expertos aseguran que son muchos mayores los beneficios que los riesgos que puede provocar su inoculación.

Cristina Garza es una de ellas. Recibió la primera dosis de AstraZeneca en febrero pasado, pero ahora no sabe qué si recibirá una segunda o no. «Quiero que me administren la segunda dosis porque esto es como dejarnos a medias. Quiero acabar el proceso», subraya esta estudiante de Enfermería de 22 años que en unos meses terminará la carrera e iniciará su trayectoria profesional. Ella no tuvo ninguna reacción adversa, ningún efecto secundario, al contrario de lo que les ocurrió a sus amigas, alguna de las cuales tuvo varios días fiebre alta.

Cristina recuerda que se vacunó antes de la primera interrupción en la administración de la vacuna y entiende que haya gente que tema sus peores efectos. «La gente está muy expectante y tiene mucha incertidumbre. Yo también la tuve, pero quiero completar el ciclo», asegura.

¿Esenciales?

Otro de los que se encuentra en la misma situación es Carlos López Ibáñez (31 años), maestro de educación infantil en el colegio público Cortes de Aragón. «Los propios que nos catalogaron como personal esencial deberían de saber que como tal necesitamos de todos aquellos recursos imprescindibles para poder llevar a cabo nuestra labor, garantizando la máxima seguridad posible», afirma. Pero lamenta que «las palabras quedan lejos de la realidad» porque la «incertidumbre» que sufrieron con los equipos de protección ha tenido su continuidad con la vacuna de AstraZeneca. Las dudas nunca se acaban de despejar, aunque «resulta que ahora la vacuna que voluntariamente cada uno ha decidido ponerse o no ponerse ya no es la correcta para menores de 60 cuando hasta hace no muchos días los mayores de 55 no iban a ser vacunados con esta vacuna», dice sorprendido. Y sostiene que «unos cuantos quieren exprimir al máximo este negocio en el que se ha convertido esta pandemia.

A su juicio, «cada uno debe ser libre de decidir si asume el riesgo de la vacuna o el riesgo del virus. Y más sabiendo que ya muchos nos hemos puesto la primera dosis de la vacuna y que las alternativas no existen». Por ello, exige a las administraciones que «dejen de jugar con los ciudadanos» y los que han sido vacunados con la primera dosis «deben de tener la opción de decidir libremente si quieren vacunarse con la segunda dosis». Y reclama, finalmente, que se haga pedagogía con las vacunas porque «para salir de esta situación el miedo, el nerviosismo y los vaivenes son nuestro peor enemigo». De lo contrario, «esto parece un sindiós», concluye este maestro del colegio Cortes de Aragón.