Ya están entre nosotros. Llegan desde el norte de África, cruzando el Sáhara. Aunque pocos se habrán enterado. Su vuelo tan imperceptible como su presencia en las oquedades de los árboles. El plumaje pardo del autillo le permite fundirse entre los troncos y ser invisible ante su presa. Esta rapaz nocturna consigue cazar más de 2.000 roedores durante su estancia de cría en Europa y es un aliado perfecto para evitar plagas, como la actual del topillo, que arrasan los campos aragoneses.

Visibilizar un valor aún imperceptible para la sociedad es la misión de la Asociación Ueco. Conseguir que vuelvan, facilitarles su cobijo para criar y voltear su decrecimiento son motivos que ha llevado a la instalación de cinco cajas nidos dentro del área del Centro de Investigación y Experimentación en Truficultura (CIET) de Graus. Esta entidad ha ejecutado la instalación y realizará el seguimiento de su futura ocupación y el estudio de estas especies que están regresando a las cercanías del hombre gracias a la pandemia.

La proliferación de plaguicidas químicos, la expansión urbana e industrial o los monocultivos que reducen la biodiversidad han supuesto durante las últimas décadas un obstáculo para las rapaces y la ruptura del equilibrio de la cadena trófica y, con ello, de la autorregulación natural. Su regreso, apoyando este tipo de iniciativas, que cuenta con la colaboración de la Diputación Provincial de Huesca, supone una oportunidad para promover las buenas prácticas predominantes en la agricultura tradicional, cada vez más en boga. Por ejemplo, las replantaciones mayoritarias hechas con pinos, sin oquedades naturales en sus troncos, han sido un obstáculo para la nidificación de estos pájaros que también devoran grandes insectos.

El entorno del CIET es perfecto para esta iniciativa. “Hay un barranco ideal para ellas, una balsa de agua y, al ser un centro de investigación, no utilizan químicos. El topillo es un peligro porque puede llegar a comerse la trufa”, recalca Héctor Pérez, presidente de Ueco. Un estudio previo ubicó los mejores lugares para la colocación de las cajas, diseñadas de forma cuidadosa para cada una de las especies que están en la zona (lechuzas, mochuelos y cernícalos) o que migran para criar (autillos y carracas) en primavera y verano. “Las aves autóctonas son cavernícolas, necesitan de oquedades para dormir y utilizan estos nido en invierno”, indica Héctor Pérez, que espera que las migradoras usen las cajas en las próximas semanas.

Potencial turístico

Pueden ser rapaces de hábitos diurnos o nocturnos, intentando combinar emplazamientos para ambas, dado que son territoriales. Se realizará un seguimiento con tres visitas anuales y la instalación de cámaras para conocer sus costumbres y controlar la crianza. Si en un par de años las cajas nido no son utilizadas se cambiará su ubicación.

Ueco nació durante el confinamiento con el ánimo de visibilizar el valor de la conservación y la ornitología como motor activo de la sociedad rural. Realizan cursos de concienciación en colegios y en poblaciones para, como en Graus, dar a conocer el uso de los pájaros como plaguicida natural, realizando instalaciones de nidos en cultivos de vid, maíz ecológico y frutales. “En Aínsa realizamos un curso sobre páridos, pájaros que controlan los insectos de los frutales y huertos”, divulga Héctor Pérez.

Otra vía es la recuperación de espacios urbanos, como parques, para su nidificación, aprovechando el acercamiento de estas aves mostrado durante la pandemia. “Recientemente rescatamos un cárabo caído al talarse un árbol en un parque en Barbastro. Es muy importante que se puedan rectificar estos errores con la instalación de cajas nidos. Que la gente pueda visitar estas zonas porque saben que están este tipo de especies”, indica el presidente de Ueco, que recalca el potencial del turismo ornotológico como fuente económica. Su colaboración ha apoyado a la difusión de nueve rutas de este tipo en el Somontano. “Aragón es un lugar privilegiado y no lo estamos aprovechando”, finaliza Pérez.