El espectacular incendio que destruyó el pasado lunes la cubierta de la catedral de Notre Dame, en París, ha puesto sobre la mesa la situación en materia antiincendios del patrimonio arquitectónico de Aragón, empezando por su monumento más visitado, el templo del Pilar.

La actual basílica nunca ha sufrido un fuego devastador como el que afectó a la capital francesa, y lo mismo ocurre con La Seo. El riesgo, no obstante, sí que existe, por lo que se trata de determinar hasta qué punto ambos emblemas de la ciudad podrían resistir el embate de las llamas.

El Pilar cuenta, bajo la cubierta, con detectores de humo que darían la señal de alarma, pero otra cosa sería poner a salvo las numerosas obras de arte que atesoran las capillas y la nave central, a lo que hay que sumar los frescos de Goya que decoran la bóveda.

En cuanto a La Seo, que estuvo cerrada durante largos años en unas interminables obras, está dotada de un armazón metálico que sujeta el tejado. Este material moderno aporta un plus de seguridad frente a las llamas, ya que en el caso de París la estructura que sujetaba la cubierta era de madera.

El más grave incendio sufrido en las últimas décadas por el patrimonio aragonés tuvo lugar en 1994, cuando ardió la capilla de la Virgen de los Desamparados en la catedral de Teruel.

Se trató de un hecho accidental, al igual que en Notre Dame, donde el presidente Macron ha descartado cualquier elemento criminal en el suceso. Pero lo habitual ha sido que en Aragón la mayor parte de los incendios sean resultado de una acción humana.

En este sentido, el efecto combinado de las guerras, la de la Independencia, las carlistas y la civil de 1936-1939, ha sido devastador para el patrimonio. Así, en 1835, las llamas devoraron la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Natividad, en Castelserás (Bajo Aragón).

Y, por aquella época, también sufrieron graves daños los cascos urbanos de Monreal del Campo y otras localidades turolenses. Y de todos es conocida la huella de destrucción que dejaron las tropas de Napoleón, especialmente en Zaragoza.

En el valle de Hecho, cerca de Javierregay, se ven las ruinas de un convento que, según los residentes en la zona, fue incendiado y saqueado por el Ejército francés cuando se retiraba tras la derrota.

A fines del XIX, en Zaragoza, ardió Casa Zaporta, un palacete renacentista del que se salvó el patio, que hoy se encuentra reconstruido en el interior de la sede central de Ibercaja en la capital aragonesa.

La guerra civil, finalmente, no fue solo una hecatombe humana, también se cobró un elevado precio en destrucción de patrimonio. Como el monasterio de Villanueva de Sijena, al que prendieron fuego miembros de unas milicias republicanas llegadas de Cataluña en el verano de 1936. Fue uno de tantos edificios religiosos que sufrieron las consecuencias de la contienda.