Varios testigos presenciales del conocido como crimen de la calle Princesa, en el que un inmigrante argelino murió de un machetazo que afectó a la arteria femoral, aseguraron ayer, en el juicio que se sigue en el Juzgado de Menores número 2 de Zaragoza, haber recibido amenazas para que no acudieran a declarar a la vista oral o para que modificaran su testimonio. Uno de ellos, una joven, afirmó que, en una ocasión, alguien la asaltó por la calle, le puso una navaja en el cuello y le conminó a guardar silencio sobre lo que había presenciado.

La segunda jornada de la vista oral, que se celebra a puerta cerrada y concluye hoy, se dedicó a la prueba testifical. Comparecieron 16 testigos en total, 10 de ellos agentes de policía que se presentaron en el lugar de los hechos, en la madrugada del 18 de noviembre del 2018, instantes después de que Sami Hamidi cayera al suelo, herido de muerte como consecuencia de la agresión con arma blanca.

En el banquillo de los acusados se sientan tres menores de edad (el día de los hechos tenían entre 15 y 17 años) que se enfrentan a entre cuatro años y medio y ocho de internamiento. El principal imputado es F. M. G. S., Kiko, de quien un testigo afirmó que lo vio propinar el machetazo mortal, según explicó ayer el abogado de la familia de la víctima, Carlos Vela. Sin embargo, otra de las personas que se hallaban en la calle Princesa y presenció la agresión aseguró que Kiko no era el autor del crimen, sino otra persona «más baja», tal y como relató su abogada defensora, Carmen Sánchez Herrero.

El suceso ocurrió sobre las cuatro de la madrugada y, desde el principio, la muerte de Sami, de 20 años, se relacionó con una venganza de la banda latinoamericana Dominicans Don’t Play, un nombre que sonó en la vista oral. La propia madre del fallecido declaró que su hijo recibía amenazas de esa organización.

En el juicio por el asesinato de Sami Hamidi están también imputados A. H. B. y J. J. R., uno como cooperante en el ataque y el otro como la persona que supuestamente entregó a Kiko el arma homicida, un machete con el que se infligió a la víctima una herida de 14 centímetros de profundidad y 5 de anchura, según manifestó uno de los agentes que intervino como testigo.

Esta misma persona aseguró que, por las características de la herida, el arma era un machete militar, un cuchillo que requiere ciertos conocimientos para su correcto manejo. Indicó además que, de la forma en que fue clavado en la pierna de Sami, cuando la víctima estaba casi de perfil, a punto de huir, la herida era mortal de necesidad.

Hubo testigos que señalaron que el servicio de emergencias quizá tardó en llegar y que un agente hizo un torniquete a la víctima, que sería trasladado poco después a un hospital donde falleció. Otros espectadores del asesinato manifestaron que oyeron que los amigos de Kiko gritaban “¡Mátalo, mátalo!”.