La asociación de vecinos de Casetas acordó ayer solicitar informes a los servicios sociales de la DGA y el ayuntamiento, además de pedir la mediación de la presidenta de la Asociación de Federaciones Gitanas de Aragón, Pilar Clavería. La causa de esta decisión son los incidentes que desde hace tiempo vienen provocando los hijos de una familia de esta etnia que ocupa ilegalmente un piso en la avenida principal del barrio zaragozano.

"Es un grave problema de convivencia", aseguró el alcalde del barrio José Luis Román, quien destacó por encima de todo la inseguridad que viven los menores en Casetas. "Estamos recogiendo firmas y, tras muchas denuncias ante la Policía, vamos a contactar con trabajadores sociales porque también faltan a clase.".

Miedo en las calles

Los incidentes han llevado a que escolares que iban solos a los centros Ricardo Mur y Martínez Garay, tengan que ser ahora acompañados por sus padres por miedo a los asaltos. Los vecinos están hartos los incidentes. Hablan de amenazas, navajas, robos de carteras, bicicletas, de hurtos en los comercios. "Van a saco y fastidiando a todos. Los hijos más pequeños son unos renacuajos, ¿qué vas a hacer? Pero tienen muy mala idea. Entra uno de ellos y te distrae mientras otros se cuelan por detrás y te la lían", cuenta el dueño de un establecimiento cercano a una de las puertas precintadas por la Policía y la Guardia Civil.

Una parte del barrio parece ahora mismo un queso gruyer de puertas reventadas. En la calle Cinco de Marzo, en la calle Goya, en la calle Galicia... Por el hueco que debía ocupar una puerta se ve un colchón tirado en el suelo, unos alicates y unas tijeras. En medio de un hedor insoportable, aparece otra estancia repleta de basura y excrementos. En el cuarto de al lado, un carrito de bebé ennegrecido. Este es uno de los últimos pisos ocupados. Pero ayer ya no había nadie. Constaba una denuncia interpuesta hacía tiempo. El pasado lunes la Guardia Civil desplazó varias unidades a la zona.

Los vecinos cuentan que esta familia ya causó incidentes hace unos años, que fueron desahuciados por un banco y se marcharon al barrio Oliver. Pero han vuelto. La madre de los señalados recibe en el umbral de una puerta que cierra con candando. Es otro piso ocupado. "Hay vecinos muy malos y sé que hablan mal de nosotros, pero no hemos hecho nada. Hemos ocupado este piso, sí, pero dónde vamos a ir. Tengo siete hijos. Los vecinos se quejan de que los niños hacen ruidos y que rompen cosas, pero son las puertas, ¿ve?", señala la madera abombada.

La cuestión queda ahora en manos de los servicios sociales y en la labor de la asociación de Clavería.