Melchor, Gaspar y Baltasar ultiman los detalles para que el próximo 5 de enero, todos los niños reciban sus regalos. La venta de juguetes en esta campaña navideña, «es similar al año pasado; igual hay un poco más de alegría a la hora de comprar y se ve un poco más de movimiento», afirma María de la tienda Juguettos, en plaza Schweitzer de Zaragoza. «Vienen los abuelos por un lado, los tíos por otro, luego los padres», afirma. Severina lleva dos regalos para sus sobrinos, uno para cada uno. Su presupuesto no tiene límite, «lo que me han pedido», dice.

Este año, hay un juego que está totalmente agotado en todas las tiendas: los Hatchimals, que cuestan unos 75 euros. Se trata de unos huevos con dragones y pingüinos de peluche que salen del cascarón una media hora después de que el niño juegue con él; una vez nacido, debe seguir cuidándolo, como si de una mascota se tratase. En su lugar,en la tienda Juguettos, los clientes se llevan el Furby, que «tenemos de oferta a 19,95 euros», afirma María. Aunque este juguete ya tiene más de diez años, ahora está modernizado, pues «se puede interactuar con una aplicación para darles de comer con el móvil o la tablet». Otro juguete estrella de esta temporada es el autobús de la patrulla canina, que ya lo fue el año pasado y que también se agotó pero «ahora está disponible», explica María; el precio está en torno a 100 euros. Lo mismo ocurre con los aviones Superwings, «de diferentes tamaños y precios», para niños a partir de 5 años. Pero los padres se esmeran en la búsqueda; Beatriz sale de la juguetería con las manos vacías y gesto preocupado. Está buscando para su hija de seis años el intercomunicador de Ladybug, que «está agotado en todos los sitios».

NI SEXISTAS NI BÉLICOS

«Los niños piden lo que ven en el catálogo y en los anuncios de televisión, y tienen las ideas muy claras», explica María. «Y los padres eligen lo que los niños quieren», asegura María. Explica que se venden cocinas y sillitas para niños, pero «lo normal es que se vendan más para niñas». Y los juguetes bélicos, mayoritariamente para niños. Juan Antonio Planas, Presidente de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía afrima que no son recomendables, pues «se frivoliza la violencia y hay que educar en la solidaridad, no en la competitividad».

«No veo mal que tengan juegos tecnológicos, pero debería haber siempre algo para jugar con otros niños y la familia; los juegos de mesa, como el Risk, el Monopoly o similares», afirma Planas. Los niños deben saber que no siempre se gana en la vida, y «tienen que aprender a perder con deportividad», añade. En inteligencia emocional hay dos factores, «la tolerancia a la frustración y demorar la recompensa», indica Planas, que se fomentan a través de la educación en el juego. Aprenden así a respetar a la otra persona, «sea homosexual, mujer, niño o niña, aprendiendo que no son el centro del mundo, y reflexionando que otras personas piensan de diferente manera». Educar en la empatía, indica, y «aprender a leer los mensajes faciales».

MODERACIÓN

Eso no existe si está delante de una pantalla, en lugar de con una persona: «La tristeza, la alegría, la emoción, se expresan en gestos que forman parte de la comunicación no verbal». Por otra parte, «es muy importante también jugar al aire libre y hacer ejercicio, con patines, balón o bicicletas, pues cada vez hay más obesidad infantil por lo sedentarios que se vuelven los niños». Los juegos tecnológicos le obligan a estar sentado en casa y «no hay niños en la calle», añade.

En la tienda Juguettos afirman que se nota el descenso de venta de juguetes tradicionales: «Se siguen vendiendo juegos de construcción pero los niños se apuntan a las nuevas tecnologías», afirma María.

Y, ¿qué hacer si un niño de diez u once años nos pide un teléfono móvil?. «No podemos estar en contra de la tecnología, pero en cuestión de smartphones, tiene que haber un control parental», afirma Planas. Los padres tienen que conocer las claves de acceso y estar pendientes de con quien habla o por dónde navega, pues los niños «no son responsables en el uso de las redes sociales. Hay que negociar con ellos y pactar los momentos en que se puede utilizar el teléfono; por ejemplo cuando han finalizado sus tareas». Pero «hasta los 14 años no es recomendable que tengan smartphones», concluye.