Según el Banco de España, las dos principales administraciones aragonesas, la de la comunidad autónoma y la municipal de Zaragoza, contemplan una evolución contrapuesta de sus respectivas deudas. La primera sigue incrementando el débito; la segunda lo reduce (y eso que ha debido afrontar el pago de sentencias judiciales referidas a rotos anteriores). El hecho, además de su lectura más directa y elemental (los socialistas son, podría decirse, peores gestores que los comunes alternativos), ofrece muchos e interesantes matices. Por supuesto, el impacto político y mediático del dato ha oscilado entre la simpleza y la manipulación (en el municipio capitalino, PP y PSOE se han conjurado para que todo siga lo peor posible). Cada cual barre para casa, pero el tema del dinero exigiría análisis muy medidos, muy realistas y muy honestos. No tanto por cómo están las cosas a día de hoy, sino por cómo pueden estar en el futuro.

Por supuesto, la deuda autonómica va in crescendo aunque todavía permanece por debajo de la media española. Con unos presupuestos que intentan recuperar la inversión y revertir los recortes en los grandes servicios básicos, el actual Gobierno aragonés ha incrementado su débito un 13%, justo cuando la legislatura atraviesa el ecuador. ¿Es mucho? No tanto si recordamos que el Ejecutivo anterior, en un solo mandato, lo subió un 40%, al mismo tiempo que ejecutaba recortes sistemáticos. Bueno, siempre hemos sabido que Rudi podía ponerse muy seria y dar lecciones sobre el manejo del dinero, pero luego, cuando le tocaba gestionar, se las arreglaba para dejar cualquier institución más entrampada de como la había encontrado. Un cosa prodigiosa, sin duda.

Pero con Luisa Fernanda o con Javier Lambán, lo cierto es que Aragón arrastra un problema estructural en la relación entre ingresos y gastos. Hubo un momento, con la burbuja inmobiliaria hinchándose sin límite aparente, en que alguien pudo pensar en el equilibrio e incluso en el superávit (por ejemplo Marcelino Iglesias, que fue un optimista compulsivo); sin embargo, en circunstancias normales nuestra comunidad está abocada al déficit. Porque debe atender las necesidades de una población dispersa por un terriotrio muy extenso. Porque dicha población está envejeciendo y cada vez precisará más atención. Y porque la financiación de los servicios más importantes se negoció muy mal en el momento de su transferencia. Seguro que el gasto habría de llevarse a cabo de forma más eficiente; pero los ingresos nunca podrán cubrirlo de manera satisfactoria. Más si el Gobierno central debe dedicar sus atenciones, concesiones e inversiones al País Vasco, Cataluña, Madrid o Canarias. Como hace Rajoy.

En cuanto al Ayuntamiento de Zaragoza, la entente PP-PSOE (pese a que este último partido votó en su día al alcalde Santisteve) parece obsesionada en impedir que ZeC haga cualquier cosa, sobre todo si es positiva. Lo cual incluye sacar a la ciudad del plan de ajuste dictado por el Ministerio de Hacienda. Tal empeño está perjudicando ya directamente a todos los zaragozanos. Lo que nos faltaba.