Empezó tocando la corneta y luego fue costalero. A sus 28 años es el prioste de la cofradía de La Humildad y ha decidido abrir un taller propio. De estilo sevillano, es el único imaginero

que hay en Aragón.

—¿Cómo se hace uno imaginero?

—Es difícil en Zaragoza. Yo de pequeño empecé a jugar con plastilina, con barro… y pronto me di cuenta de cuánto me gustaba. Claro que aquí es muy difícil encontrar a alguien que te diga por dónde ir, que te explique si una cosa se hace así o asá. Al principio me interesé por la pintura, pero luego me orienté hacia la escultura.

—¿No hay escuela en la que apoyarse?

—Lo único que hay es la Escuela de Bellas Artes. Allí hice el primer curso, que es donde se tocaba la talla en madera, que era lo que me gustaba. De ahí saqué un poco la técnica.

—¿Todas las imágenes que trabaja tienen que ver con la Semana Santa?

—La gran mayoría. El mundo de la imaginería va muy ligado a las cofradías. Son raros los casos que hay de devoción particular. Otra cosa es en Andalucía.

—¿Tiene un estilo propio?

—El estilo sevillano me gusta bastante. En cuanto a imaginería y talla, hay que mirar siempre hacia el sur, que es donde están la mayor parte de imagineros. Como la imaginería va tan ligada a las cofradías y a la vez estas van ligadas al estilo barroco, por obligación tienes que beber de esas fuentes. Aunque siempre intentas buscar alguna licencia, dejar un sello que te diferencie un poco pero sin salirse del tiesto. Hay que tener en cuenta que las cofradías son muy clásicas y es raro que quieran arriesgar.

—¿En las cofradías de Zaragoza hay inquietud por sacar nuevas figuras?

—Yo creo que sí. Hubo una época en la que dominaba el tambor y el bombo, pero ahora cada vez más están apostando por tener un patrimonio bueno y renovar lo que no acaba de convencer.

—Una cosa es que le guste trabajar el barro y otra empezar a trabajar en figuras religiosas…

—Mis padres ni siquiera son cofrades, pero a mí me gustó desde pronto la Semana Santa y el arte que va relacionado con ella.

—¿De qué cofradía es?

—De La Humildad. Empecé tocando la corneta y luego fui costalero. Ahora soy el mayordomo de la cofradía, el que se encarga del cuidado de los pasos. Pero no los arreglamos. Con las obras en las que está vivo el escultor, siempre se acude a él por respeto. Hay que tener en cuenta que son obras que hay que vestirlas y que se mueven, y eso siempre va un poco en perjuicio de la imagen.

—No hay más imagineros en Aragón. ¿La gente sabe a qué se dedica cuando les habla de su profesión?

—No. En Zaragoza casi nadie sabe lo que es un imaginero. Hay que explicárselo, decirles que eres como un escultor, pero de obras religiosas y en madera. A veces cuesta explicarlo.

—Entre las imágenes que procesionan en la Semana Santa zaragozana, ¿qué nivel hay?

—Muy bueno. Antes daba un poco más igual, pero ahora se está apostando cada vez más por la calidad. Hay algunos pasos muy muy bonitos en Zaragoza.