Antonio Joaquín Patulas, portugués, lleva en España desde los 13 años --ahora tiene 56--. Durante mucho tiempo estuvo alojado en la calle Boggiero hasta que se fue a Calahorra (La Rioja) en busca de trabajo. Cuando regresó no tenía dinero para pagar un alquiler. De eso hace ya tres años, y desde entonces vive en una chabola del Príncipe Felipe junto a su familia y sus tres hijos menores. El mayor se quedó a trabajar en Calahorra, el segundo, que también se ha independizado, vive en una chabola cercana a la de su padre.

Las cosas han cambiado mucho desde que llegaron, entonces apenas había una decena de familias, ahora hay unas 40. Las causas de este incremento hay que buscarlas en un cúmulo de coincidencias. La primera que las fiestas del Pilar son las últimas del calendario festivo, por lo que muchos feriantes deciden quedarse en Zaragoza hasta la nueva temporada.

Pero la principal razón es otra, explica Lourdes Dosantos, la mujer de Antonio: "La mayoría vienen porque han oído que nos van a realojar en viviendas, y creen que si están aquí ellos también obtendrán su piso".

Vivir con lo puesto

Antonio Joaquín asegura que a su familia le "falta de todo", aunque mantiene la esperanza de que al final pueda cumplir el sueño de recibir una vivienda. Junto a él vive su mujer, su suegra y sus tres hijos pequeños, de entre nueve años y los pocos meses del bebé. Cristian y Silvia van al Colegio Público Tomás Alvira y comen allí gracias al apoyo de Cáritas.

Ellos están integrados con sus compañeros de clase, aunque reconocen que cuando van a casas de sus amigos sienten "un poco de envidia, porque allí se está más calentito", explica Cristian. "Lo peor es el invierno --aseveran sus padres-- Bueno, el frío y la lluvia también".

Antonio únicamente trabaja unas semanas al año durante la vendimia, de modo que subsisten gracias a la comida que les lleva la asistenta social. Como ellos sobreviven otras familias, algunas sólo están de paso, para otras, como la de Antonio, se trata de su hogar.

Confían en tener tanta suerte como Yolanda. Hace un mes, abandonó su chabola del camino del Pilón para trasladarse junto a su marido y sus seis hijos a un módulo prefabricado en Cogullada. "Soy de Zaragoza y he pasado toda mi vida de un lado a otro en una caravana, los últimos años los pasé en el Pilón donde nació mi hija de cuatro años", cuenta. Asegura estar feliz con su nueva casa, sobre todo, con el baño del que nunca había dispuesto. La casa está limpia y ordenada. La cuida con esmero porque aspira a poder trasladarse a un piso municipal dentro de unos años.

Unos vecinos suyos del camino del Pilón tuvieron la suerte de pasar directamente a vivienda en altura sin pasar por los barracones: Pilar y Vicente. Viven en el Actur con su hijo Jorge, de dos años y medio. "En septiembre lo llevaremos al colegio y así yo podré ponerme a trabajar", explica Pilar. No está dispuesta a perder su piso ahora que lo ha conseguido.