Más de la mitad del territorio aragonés sufre desventajas demográficas graves y presenta una situación poco halagüeña. Pero hay excepciones, y no hace falta hablar de la capital para confirmar que se dan zonas donde se incrementa la población.

En el Maestrazgo, una comarca con índices negativos, Castellote sigue sumando nuevos pobladores. En los últimos meses ha revertido la situación con cerca de una veintena de vecinos empadronados nuevos. «Lo peculiar de esto es que tres son jubilados, pero el resto están en edad de trabajar», explica el alcalde de Castellote, Ramón Millán.

Entre los casos, una familia que teletrabaja, mientras que otros entienden que un confinamiento es más sencillo en un pueblo. Pero la mitad son forasteros y no guardaban un vínculo previo con el municipio. «Nadie hemos sido capaces de poner en valor el medio rural como lo ha puesto el covid», apunta.

Además del «microclima» como factor que caracteriza a la localidad, el ayuntamiento está trabajando para extender la banda ancha, ya que el teletrabajo es «una oportunidad única» y «el avance en fibra óptica suma gente», defiende el alcalde de Castellote, con alrededor de 700 habitantes y 9 pedanías.

Hasta el Sobrarbe, concretamente a Aínsa, se han ido a vivir más de 120 personas en el último año. Su número de habitantes pasó de los 2.201 en el 2019 a 2.323 en la actualidad, superando cifras de población de hace siete años.

Según el alcalde de Aínsa, Enrique Pueyo, se dan varios motivos de este aumento prolongado. En primer lugar, «porque hay trabajo». La segunda razón es porque la localidad ha adquirido dinamismo y se conoce a nivel nacional. «Eso ha hecho que gente que viniera de turista se quedara a vivir», comenta. Asimismo, Pueyo cree que la pandemia ha provocado que la gente busque un pueblo para vivir. «Aumentan las personas que buscan una casa», indica. Muchos teletrabajan y otros deciden pasar la jubilación, así como aquellos que tienen una segunda residencia y trabajan en la zona.

Desde el ayuntamiento se ofrece un servicio de búsqueda de vivienda de alquiler y de asesoramiento de parcelas, y se intenta potenciar la construcción de nuevas obras. Además del arreglo de sus núcleos, ya que en la zona del prepirineo, al sufrir dificultades con el agua, realizan obras de apoyo de abastecimiento.

Otra cuestión es la instalación de fibra óptica, «el hecho de disponerla ha hecho que venga gente a vivir», asegura Pueyo.

En Borja, continúan superando la barrera de los 5.000 y ya viven 5.105 personas. Su alcalde, Eduardo Arilla, explica que por debajo de esta cifra se dan los mismo servicios, pero si se alcanza, la aportación del Estado es de 140.000 euros más por año. La mayoría de los nuevos pobladores acuden por motivos laborales, con empleo sobre todo en agricultura e industria. Eso se traduce en demanda de vivienda, «de tipo unifamiliar, con terraza y jardín», según Arilla.

En Canal de Berdún también han incrementado sus habitantes, con el empadronamiento de aquellos que tienen allí sus segundas residencias. Otro caso es Asín de Broto, pueblo de unos 20 vecinos, donde han llegado 10 nuevos gracias al acondicionamiento de viviendas y la instalación de banda ancha.

Esplús ha pasado de tener 544 censados en el 2018 a 654. Se trata de familias y personas ligadas al municipio, pero también gente de fuera, motivada porque la zona cuenta con una bolsa de vivienda y puestos de trabajo.

El interés por el mundo rural se ha intensificado y a la calidad de vida se suman nuevos factores clave para decidir irse a vivir al pueblo.