Soplan vientos de otros tiempos en la ciudad. Aires que parecen haber venido con el cierzo que estos días azota Zaragoza y que la convierten en un espacio desubicado en el tiempo. La Edad Media y cristianos, judíos y musulmanes regresan a la capital aragonesa con el Mercado de las Tres Culturas, una celebración que desde hoy y hasta el domingo acogerá el entorno de la plaza del Pilar, la trasera de La Lonja, la de La Seo, la de San Bruno, las calles Pabostria y Palafox, el puente de Piedra y balcón de San Lázaro.

En estas ubicaciones, treinta compañías aragonesas y 38 talleres de oficios antiguos ofrecerán al visitante una programación que incluye elementos propios de la época como máquinas de asedio o campamentos militares.

Entre los destacados, la llegada de Alfonso I el Batallador a la ciudad, un recuerdo de los 900 años de la conquista de Zaragoza por el monarca aragonés. También, la ruta de las tapas que oferta el mercado, que ofrecerá manjares como el morteruelo, el almodrote o el tabulé. También exposiciones, visitas guiadas o actuaciones y, sobre todo, el graderío instalado en la plaza del Pilar para que los asistentes disfruten de los espectáculos sentados en un entorno especial.

Ayer, protegidos por el fuerte viento que estos días sacude a la ciudad, los puestos y atracciones aguardaban a comenzar su recorrido en esta edición y algunos de los comerciantes pincelaban los últimos detalles. Para Roberto, que se dedica a los trabajos artesanos con el cuero con su taller Cuerober, es ya la quinta edición en el mercado. «Zaragoza es una ciudad que se vuelca», explicaba ayer este madrileño sobre el evento, mientras disponía sus trabajos en su tienda, ubicada en la plaza de san Bruno. No es la primera vez tampoco para los hermanos Orta, quienes se dedican a la artesanía con boj y olivo y, como Roberto, ultimaban la puesta a punto. En el mercado ya han estado «diez años o más» y esperan que este año «venga gente y que se dé bien». Que así sea.