La economía aragonesa debería prepararse para lo que se avecina. El coronavirus, cuyos efectos iban a limitarse, a priori, a la escasez de suministros procedentes de China como consecuencia de la paralización de sus fábricas, irá más allá. No se trata de ser agoreros, pero el frenazo que sufrirá la economía aragonesa en los próximos meses parece inevitable. Por ello, conviene tomar nota y amortiguar al máximo el impacto de un virus que hará tambalear la economía mundial, europea, española y, por supuesto, aragonesa.

Lo que no consiguió el brexit, la desaceleración de las grandes potencias europeas y la guerra comercial entre Estados Unidos y China parece que lo logrará el coronavirus. Porque la inestabilidad, el miedo y la incertidumbre son los peores enemigos de la economía. Y ya están aquí.

Aragón cerró el 2019 con un récord de exportaciones hasta totalizar ventas al exterior por 13.472 millones de euros, lo que supuso un crecimiento del 13,1% frente al 1,8% nacional. Uno de los motivos por los que Aragón puede acusar más los efectos del virus es por su mayor exposición al exterior. Un tercio del Producto Interior Bruto (PIB), más de 37.000 millones de euros, procede de las exportaciones.

Si las mercancías de China no llegan pronto a las fábricas aragonesas, su actividad se verá frenada. Además, si los mercados comienzan a cerrarse y el miedo se instala en la economía, el desplome de las manufacturas parece garantizado. La incógnita es saber si las consecuencias se alargarán en el tiempo o si será algo pasajero. Sea como fuere, el impacto será evidente. Por lo pronto, sectores especialmente sensibles en Aragón como el de la automoción, la agroalimentación y la logística ya han mostrado una lógica preocupación y han comenzado a tomar medidas preventivas. Y todo esto ocurre a las puertas de la Semana Santa, con una campaña ya casi en marcha y con unas muy buenas expectativas... hasta que llegó el virus a nuestras vidas.

Aragón cerró el 2019 con 3.810.000 turistas (el 2,5% más) y, de ellos, 858.192 fueron extranjeros. Solo el turismo chino supone ya entre el 7% y el 8% de todos los visitantes que llegan a Zaragoza.

Es cierto que el desplome del turismo no afectará a la comunidad de la misma manera que a otras zonas pero este sector supone el 8% del PIB aragonés y genera más de 56.000 empleos. Italia, que estaba hace poco más de dos semanas como hoy España, ya está sufriendo una sangría del turismo sin precedentes. Y es solo el comienzo.

La lista de afecciones del coronavirus es larga. La suspensión de congresos y posiblemente de ferias en las próximas semanas también harán mella en la economía aragonesa, el consumo se retraerá, la actividad aeroportuaria también sufrirá lo suyo y las previsiones económicas de la comunidad serán revisadas a la baja. Y todo ello golpeará a las cuentas públicas, cómo no. Porque a menos ingresos, más déficit y, por tanto, menos capacidad de gasto y menos inversiones públicas que consigan dinamizar la actividad. Menos mal que Europa permitirá levantar el pie del acelerador y será más flexible a la hora de poder gastar sin que ello suponga ser penalizados.

Es lunes. Sí. Y esta no es la mejor carta de presentación para afrontar una semana que se presenta dura. Posiblemente el coronavirus está siendo mucho más grave en las formas que en el fondo, pero lo que parece incuestionable es que noqueará la economía. Y no es alarmismo. Es realismo. Habrá que estar preparados.