El confinamiento ha afectado de lleno a todos los residentes en Aragón. Y entre ellos, de forma muy directa, a los colectivos de otros países que viven y trabajan en la comunidad, desde los rumanos y ecuatorianos, los más numerosos, a los chinos, los magrebís y los subsaharianos. A todos estos grupos la crisis del coronavirus les golpea doblemente. Por un lado en España, donde se ganan la vida y están integrados, y, por otro, en sus lugares de origen, dado que pasan los días pendientes del estado de los familiares y amigos que tienen allí. No en vano, la pandemia golpea en todas partes.

"En mi comunidad, los que más sufren son los senegaleses que no tienen papeles, los invisibles, que decimos nosotros, personas que se ganan la vida como pueden vendiendo por la calle y que ahora están condenadas a la pobreza más extrema", explica Mohamed Soumare, de la asociación de senegaleses de Aragón.

Por eso su entidad ha organizado una red de ayuda que, mediante donaciones, facilita alimentos y artículos de higiene a los miembros de su colectivo más desamparados, los manteros. "Algunos no tienen nada que comer, es una situación muy dura a la que hacer frente por razones de humanidad", subraya.

"La situación nos preocupa muchísimo", explica el abogado Carlos Gómez, presidente y asesor jurídico de la asociación Nuevo Ecuador en Aragón. "Al encender el televisor, lo primero que pongo son las noticias de España y luego las de mi país, porque allí el Gobierno se vio sorprendido y no pensaba que se iba a llegar a este nivel, sobre todo en Guayaquil, donde los moradores de las periferias no cumplen el confinamiento y permanecen en las calles", explica.

Sus compatriotas en Aragón, asegura Gómez, están en contacto permanente con sus seres queridos al otro lado del Atlántico. «Nos comunicamos con videollamadas», subraya el representante del país andino. Como el resto de colectivos, los ecuatorianos viven el encierro en sus casas y las limitaciones de movilidad con paciencia y preocupación. "Es la primera vez que nos sucede una cosa así, es algo novedoso que hace que no sepamos muy bien a qué atenernos", reflexiona.

Además, en el caso de los ecuatorianos residentes en Aragón se da una circunstancia que redobla su interés por lo que pasa en su tierra. Se trata de la reciente condena judicial a ocho años de cárcel al expresidente de su país, Rafael Correa, y a 18 exfuncionarios de su Gobierno. Todos ellos han sido declarados culpables de corrupción tras demostrarse su participación en una trama que percibía sustanciosos sobornos a cambio de la concesión de contratos del Estado.

"Estamos preocupados como todo el mundo, esto afecta a todos por igual", afirma Gabriela Marginean, de la asociación rumana Acasa, que indica que sus compatriotas se han visto muy perjudicados por el coronavirus desde el punto de vista laboral y personal. "Hay que tener en cuenta que hay muchas cuidadoras rumanas en las residencias y en el sistema sanitario que están luchando en primera línea contra la epidemia", recalca.

Al principio del confinamiento, la repercusión en el empleo de este colectivo aún fue mayor, dado que muchas personas ocupan puestos de trabajo relacionados con la construcción, que se paralizó; con el transporte, que se redujo a los servicios considerados esenciales, y con la hostelería, que ha echado el cierre sin fecha concreta de reapertura. Con todo, muchos trabajadores del país del Este se han visto afectados por expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE).

"Hemos organizado una campaña de ayuda a familias que están en una situación complicada, gente que cuando llevamos ya más de un mes de encierro no tienen qué poner en la mesa" informa Marginean. Otro frente de preocupación es su propio país, donde el Ejército se ha hecho con el mando de dos hospitales porque todo el personal ha caído enfermo, señala la responsable de Acasa.

A la comunidad china en Aragón, la propagación del coronavirus no la cogió por sorpresa. "Enseguida cerramos los establecimientos y nos quedamos en casa", explica un comerciante. "Llevamos el confinamiento a rajatabla, como en la provincia de Wuhan, y pedimos la comida a supermercados que la reparten a domicilio", declara.

En su opinión, España reaccionó con lentitud ante la amenaza sanitaria, si bien reconoce que su país poseía una experiencia, a raíz de la propagación del SARS en el 2003, que ha sabido aprovechar a fondo con la nueva pandemia.

La mayoría de los ciudadanos chinos son comerciantes y se preguntan qué va a pasar con sus negocios. "Está bien que se hayan establecido ayudas para autónomos, pero deberían llegar con mayor rapidez y sin tanta burocracia en unos momentos en que todos los servicios, de la Administración y de la banca, funcionan a media", reclama el miembro de la comunidad asiática.