Con una imagen radicalmente opuesta a la estética antisistema que lucía cuando denunciaba haber sido injustamente condenado por dejar tetrapléjico a un guardia urbano de Barcelona, Rodrigo Lanza quiso presentarse ayer ante los nueve miembros del jurado popular que decidirán si es culpable o inocente de la muerte del zaragozano Víctor Laínez, en diciembre del 2017. Ante ellos, este joven de 35 años incidió en que actuó en defensa propia «por temor» a ser agredido con la navaja que esgrimió la víctima y que en ningún momento vio los tirantes de la bandera de España que han dado nombre a este crimen.

Estos dos elementos que hubieran sido una prueba irrefutable del caso, tanto para la defensa como para las acusaciones, nunca formaron parte de las pruebas intervenidas por la Brigada de Información de la Jefatura Superior de Policía de Aragón. Los tirantes, aunque fueron observados por otros clientes del bar El Tocadiscos en el que ocurrieron los hechos, se destruyeron junto al resto de la ropa en el hospital Miguel Servet en el que ingresó Laínez un 8 de diciembre y donde murió cuatro días después. De la navaja de la que solo habla Lanza y uno de sus amigos, tampoco se sabe su paradero.

Durante su declaración, Lanza solo quiso contestar a las preguntas de su abogado, si bien el magistrado-presidente del tribunal, José Ruiz Ramo, le pidió que antes de ello relatara todo lo que él vivió. Explicó que aquella noche iba bajo los efectos del alcohol, una circunstancia que su defensa plantea como atenuante. «Tres rondas de chupitos, una litrona y tres jarras de cerveza, además del cubata dentro del bar en que ocurrió todo», detalló.

Para evitar ser acusado de un delito de asesinato con la agravante de odio, explicó que no vio los tirantes, «que Laínez llevaba una chaqueta negra» y que «no pensaba que había causado lesiones graves y mucho menos la muerte. Le quería aturdir». Se enteró del fallecimiento, según afirmó, en los calabozos de la Policía. Recordó que él estaba junto a tres amigos -dos de ellas mujeres- en el interior del bar, cuando uno de ellos le comentó que el hombre de la barra «era un conocido fascista del barrio. Yo me quedé extrañado e incómodo, pero no le di más importancia». Sin embargo, en un momento dado «el hombre me miró, hizo un gesto con la cabeza y yo fui a hablar con él, lo hice como para hacerme el chulo con las chicas, una niñatada, pero no hubo ni amenazas, aunque sí fue tensa».

Tras ese primer encuentro regresó con sus amigos para decirles lo que había pasado y se lo recriminaron. «Una de las chicas dijo que desde que me había acercado él no había parado de usar el móvil. Nos entró una paranoia de ‘a ver si viene alguien y dije vámonos de aquí’», explicó.

Cuando estaban en la puerta, uno de los amigos le gritó: «Cuidado lleva una navaja»; y en ese momento Laínez «se acercó a mí, así que le di una patada como para alejarlo y le empujé en el torso». «El hombre vino hacia mí, entré en las puertas y entré en pánico, escuché lleva una navaja», reiteró. «Pensé que me iba a matar entre las dos puertas, así que le intenté alejarle a patadas, en una fuerte le tiré y ya no me acuerdo de nada», explicó, a la vez que ha añadió que le dio un golpe que le hizo caer al suelo. «Tuve terror de que se levantara con el cuchillo y le di golpes, luego me fui a casa y me eché a llorar», recalcó. Fue detenido tres días después.

Sus últimas palabras fueron dirigidas a la familia Laínez. «Yo no sé qué decirles a los familiares, siento su dolor, pero yo solo traté de defenderme, pensé que iba a morir, pensando que le iba a aturdir, no que le iba a morir», concluyó.

Una versión que dista de la mantenida por la Fiscalía, la familia representada por los abogados Juan Carlos Macarrón y Alexis Guajardo, y la acusación popular de Vox, realizada por el abogado y diputado por esta formación en las Cortes de Aragón, David Arranz, quienes mantienen que fue un ataque a traición y por temas ideológicos. Solicitan 25 años de cárcel. Está previsto que el juicio dure toda la semana.

Rodrigo Lanza, en 2015.