Hoy se hablará de Aragón hasta dejarles a ustedes, damas y caballeros, perfectamente mareados, o transidos de amor por la patria (chica o grande, pero patria). Será el momento de ponernos positivos, de sacar a primer plano logros, esperanzas, proyectos y maravillas. Como siempre. Como si no supiésemos lo que quieren decir los jefes cada vez que nos invitan a ponernos optimistas: ¡que volvamos a votarles!

Bueno, yo también estoy imbuido por el espíritu de San Jorge, por la resonancia identitaria del 23 de abril. Así que hoy no recordaré esa retahíla de majaderías que van desde los bisontes monegrinos a las carreras de Motorland, desde el Rubiatrón al polígono industrial de Ayerbe, desde el aeropuerto de Huesca al empeño minero de Andorra. No. Solo dejo un par de reflexiones positivas y con futuro. Si han de servir o no para iluminar nuestro incierto porvenir, dependerá de que los mandamases las tengan en cuenta y que ustedes las entiendan y exijan. Vamos... si les viene bien.

En primer lugar, la Tierra Noble necesita romper el círculo vicioso de la frustración-depresión. Y para eso es preciso replantear nuestros objetivos estratégicos, alinearlos según un orden de prioridades y abandonar aquello que carece de futuro. La TCP, por ejemplo. Olvidémosla. O mejor, no la olvidemos del todo pero usémosla como moneda de cambio para obtener infraestructuras más factibles y lógicas. Además... ¿para qué diantres necesitamos una travesía de alta capacidad en el Pirineo central? El carbón... Otra que tal. Está tan acabado y liquidado que aferrarse a él carece de sentido. Cambiemos los enfoques, atendamos a los paradigmas vigentes en el resto de Europa: la sostenibilidad energética, la industria 4.0, la producción agropecuaria de etiqueta ecológica, el turismo vinculado a los atractivos medioambientales, la cultura y la gastronomía..

Démonos la vuelta. ¿Tiene sentido que la inversión industrial que más apoyos ha de recibir por parte del Gobierno de Aragón en esta legislatura (y probablemente en la siguiente y la siguiente) sea una instalación de nula proyección tecnológica, muy contaminante y que ha de mover una masa salarial de nivel medio-bajo?

Es preciso apostar por los valores propios desde una perspectiva del siglo XXI. Y manejar con eficiencia y honestidad las inversiones públicas. Esas cuya utilización e impacto deberían ser analizadas retrospectivamente dejando de dorarnos la píldora por obvios intereses políticos. A la gente habrá que decirle la verdad: que nadie ha controlado las inversiones extra en Teruel y su provincia, que desarrollar el Pirineo exige emprendimiento local y trabajar sobre el terreno para encontrar nuevos nichos de valor añadido, que invertir en regadíos para acabar sembrando maíz transgénico es una barbaridad, que la Expo de Zaragoza no resiste una revisión en términos de inversión-resultados, que nadie vendrá de fuera a sacarnos las castañas del fuego (ojo además con los que vengan, que Opel solo hay una).

¡Y viva Aragón, que es mi tierra!