La comunidad rusofóna de Zaragoza está de celebración. Este mes, coincidiendo con la conmemoración de la victoria en la segunda guerra mundial sobre el ejército nazi, en la Casa de las Culturas han aprovechado para montar una semana monográfica sobre Rusia dedicada difundir los tópicos con los que se sienten más identificados: el amor por las letras, la música clásica y el pasado rural del XIX. Ya vale de vodka, frío siberiano o asaltos con kalashnikovs. «No somos el monstruo soviético en el que muchos aún piensan al hablar con nosotros», asegura la presidenta de la asociación Arka, Irina Saksybaeva.

El patio de la Casa de las Culturas, en el barrio de la Magdalena, es un espacio que hace honor a su nombre. Las fotografías de la celebración del Zaragoza Diversa muestran folclores de todos los rincones del mundo. Varias familias del norte de África esperan su turno para solicitar ayudas. Una canasta donada por la Fundación Secretariado Gitano, realizada por uno de los últimos canasteros de la ciudad, adorna una de las entradas a las salas de reuniones. La portavoz de la agrupación Soyuz, Sabina Batyrova, aprovecha para indicar las señas de su asociación a una ucraniana que por casualidad se encuentra en el servicio municipal. «Siempre que vemos a una compatriota le damos información sobre nuestras actividades para no perderla», explica.

La dos asociaciones de amistad con Rusia y su área de influencia se crearon en el 2003. Entonces era fundamental dar un servicio a la población que llegaba a la capital aragonesa con menos recursos que en la actualidad. «No existían las redes sociales y estaban muy perdidos», indica Saksybaeva. Ahora, en un mundo en el que todas las personas tiene más información, les ofrecen intangibles que van desde las comidas típicas a los desfiles de vestimentas tradicionales.

Las dos agrupaciones trabajan de forma paralela, pues según los últimos cálculos en Zaragoza habrá unos 3.000 rusos residiendo de forma habitual, además de inmigrantes de otras zonas como Polonia o Ucrania, que podrían alcanzar los 10.000. «Queremos mantener nuestra cultura y nuestras fiestas tradicionales», expresa Batyrova pensando sobre todo en los más pequeños, muchos ya nacidos en Aragón. «Casi todos vinieron buscando calor y han terminado encontrando amor, el calor humano también es importante», bromean.

UNIDAS EN LA DISTANCIA

Las dos portavoces de la población rusa en Zaragoza pertenecen a zonas muy alejadas del país, pero sienten que la distancia las une a una misma idea de comunidad. La representante de Arka nació en el suroeste de Siberia, una zona alejada de la imagen de la región que se tiene en el sur de Europa. Y la presidenta de Soyuz (que además de un satélite icónico significa unión en ruso) nació en la ciudad de Majachkalá en la república de Daguestán, una región cercana a Turquía en la costa del mar Caspio.

El ciclo sobre cultura rusa de estos días termina mañana con un recital de música clásica a cargo del grupo Elegía. Será a las 19.00 horas para quien quiera asistir. Y adelantan que los actos de este ciclo les han desbordado y que para el próximo buscarán un lugar más amplio en el que celebrarlos.

Cuando deje de sonar la música también se retirarán del patio central de la Casa de las Culturas las fotografías de Elena Rumyantseva, todas ellas con una atmósfera technicolor, como esa que hermana la estación de Canfranc con las estepas de Doctor Zhivago. La serie fija la mirada en diversos elementos que, en cierto modo, unen los pueblos rusos con las zonas rurales aragonesas. «Tenemos la suerte de vivir en dos mundos a la vez», celebra.