Sonidos tan cotidianos y rutinarios como escuchar el microondas, el ruido de las bolsas de plástico, un pájaro cantando o las hojas del suelo cuando las pisas pueden convertirse en algo desconocido. Esto es lo que le pasó a Jose Luis Escolana. Tiene 55 años y a los 22 comenzó a perder audición. Cinco años después, cuando la pérdida auditiva era casi total comenzó a llevar audífonos que, "aunque han mejorado mucho su tecnología", no suplen el sonido real ni logran captar todos los sonidos que están en el día a día de cualquier persona.

"El aparato lo que hace es amplificar el sonido por lo que este no es nítido ni limpio", ni permite escuchar los agudos. Algo que le generaba muchos problemas en el día a día. "Acabas aislándote, sobre todo cuando estas con mucha gente porque no eres capaz de seguir una conversación", menos, añadía, si la persona tiene la voz muy aguda.

En el 2005 decidió dar un paso adelante y optó por el implante coclear. "No tiene nada que ver con el audífono", asegura. En el oído derecho sigue llevando uno así que prefiere, dice, que le hablen por el izquierdo. "Lo oigo todo".

Tardó un año en finalizar el proceso. "Son muchas las pruebas que te hacen y tienes un periodo de adaptación". Uno de los sonidos que más le sorprendió fue "volver a escuchar las bolsas de plástico". "Había sonidos que ya no reconocía y mi familia tenía que explicarme de dónde venían". Y es que, tras varios años sin escuchar, volver a hacerlo es como empezar de cero.

Su discapacidad es "hereditaria, mi abuela también perdió la audición", comenta. Desde que lleva el implante coclear ha ganado en calidad de vida. Relacionarse con tu alrededor es vital, asegura. Ya puede seguir una conversación, aunque sea grupal, volver a reconocer los pequeños sonidos de una casa o el ruido de una ciudad habitada.