El mitin de Vox en Zaragoza llenó ayer por la tarde la sala Mozart del Auditorio de Zaragoza y buena parte de la sala hipóstila (el vestíbulo), unas 2.400 personas según la organización, mientras que los altercados con los que culminó una protesta inicialmente pacífica contra el acto dejaron seis detenidos, tres contenedores quemados en el campus San Francisco de la Universidad de Zaragoza y un policía herido leve. Al menos hasta el cierre de esta edición, ya que no se descartaban más altercados nocturnos.

Al acto de la formación ultraderechista acudieron el presidente nacional, Santiago Abascal, el fundador, José Antonio Ortega Lara, el vicesecretario jurídico, Pedro Fernández y el presidente provincial en Zaragoza, Santiago Morón. Entraron, cual estrellas del rock, por la parte superior de la grada, recibidos -particularmente Abascal- por un público enfervorecido que ya se había ido calentando con un hilo musical heterogéneo pero netamente español, desde Manolo Escobar y Nino Bravo a Amaral, pasando por El imperio contraataca de Los Nikis o el himno de la legión.

Entre banderas de España al viento, los intervinientes fueron dejando píldoras del programa de la formación, al hilo de menciones a sus rivales políticos. Estuvo disputado el puesto de nombre más silbado. A nivel autonómico el premio se lo llevó «nuestro engominado alcalde, rechazado por su sectarismo, Pedro Santisteve», como le definió Morón, aunque seguido de cerca por el presidente Javier Lambán, al que afeó que pese a abominar de los independentistas, diga que en Aragón se habla catalán. A nivel nacional, poco se llevaron los silbidos dedicados a Pablo Echenique y al «okupa de la Moncloa» Pedro Sánchez.

Con la retórica de «la reconquista», al hilo de los 900 años de la entrada de las tropas cristianas en Zaragoza, Santiago Morón expuso pinceladas de un posible programa autonómico de una formación eminentemente nacional: eliminar las «agencias de colocación» que considera a las comarcas, así como el sistema autonómico en un futuro -pero desde dentro, «democráticamente»-, la derogación de la recién aprobada Ley de Memoria Democrática («su memoria»), la eliminación de los «impuestos confiscatorios» o la expulsión de «los okupas de Torrero y el instituto Luis Buñuel».

Fernández, que anunció una querella contra Echenique por llamarles cómplices de violadores y asesinos, sintetizó otras claves de la formación como la derogación de la ley de violencia sobre la mujer, la recuperación de competencias nacionales o el aumento del presupuesto de Defensa. Y Ortega Lara, el más vehemente, completó el panorama con ataques a Ciudadanos, la oposición a «la inmigración ilegal» o la crítica al «lobi supremacista feminista». «¿Cómo no vamos a querer a nuestras mujeres, si nos dan la vida y nos cuidan y muchas otras cosas?», se preguntó.

Santiago Abascal, entre gritos de «¡presidente!», apeló más a la emoción y a la defensa de España y «derechos» como a tener un padre y una madre. También apeló al ataque a los medios de comunicación, a los «poseídos por el odio» -que interrumpieron el tranvía y tiraron piedras y palos a la Policía-, y terminó, antes del himno de España, diciendo que «entre los muertos siempre habrá una lengua viva para gritar ¡España no se rinde!».