Zaragoza ya tiene presupuesto gracias a un pacto de la derecha, el primero en 16 años, que tenía la oportunidad de evidenciar que desde su bancada las cosas se pueden hacer mejor, o diferente. La realidad es que su acuerdo no dista tanto de los que firmaban los gobiernos del PSOE o ZeC por muchos motivos que ahora, rubricado el acuerdo, conviene repasar. La ultraderecha de Vox estos días levanta la bandera de haber ganado en una negociación que el Gobierno PP-Cs ha sabido llevar a su terreno. Pero lo mejor de este es que el socio presupuestario ni siquiera se ha dado cuenta de la jugada: el pacto se salda con una solución a la que le será imposible hacer seguimiento de su cumplimiento. Le han concedido las mismas «migajas» que en su día los conservadores veían en las que se les concedían a CHA e IU y, proporcionalmente, ahora los socialistas ganan por goleada en cuanto a partidas aprobadas.

El supuesto éxito de Vox no se sustenta en cifras. Se presentaron 468 enmiendas en total, se retiraron 9, se desestimaron 178 y 8 fueron inadmitidas. Y de las 273 que resultaron válidas, solo se aprobaron 50 en el pleno, el 18,3%. De ellas, solo 14 llegaron limpias a la votación (y 6 eran del propio Gobierno PP-Cs) y otras 36 fueron transaccionadas. De estas, las moldeadas, es el PSOE el que logra colocar 26, Vox solo 7, ZeC 2 y Podemos-Equo, 1.

¿QUIÉN ENGAÑA A QUIÉN?

Y en números globales, son los socialistas los que colocan en el presupuesto de Azcón el 58% de las enmiendas que finalmente salieron adelante, 29, el triple que las 9 de la decisiva ultraderecha, que solo es protagonista de un 18%. Podemos y ZeC, con tres, representan un 6% idéntico al de PP y Cs. Es la lógica de unas cifras que no entienden de semánticas, pines o banderas ideológicas que acaban siendo flor de un día y migajas en la cuenta de resultados. ¿Quién ha engañado a quién?

La formación de Santiago Abascal ha conquistado el discurso en temas clave, delicados, como introducir en el presupuesto el concepto de «violencia intrafamiliar» que solo hace que confundir la lacra del machismo y sus incesantes víctimas. Su bandera es el veto o pin parental en aquellas comunidades donde, como en Zaragoza, sus votos han sido decisivos. Esa semántica sin ningún poso en la gestión ordinaria ni en los proyectos de inversión que requieren los distritos. Mientras, el alcalde Jorge Azcón y la vicealcaldesa Sara Fernández tendrán que asumir el bochorno inicial para luego acabar haciendo, literalmente, lo que les venga en gana con ese dinero.

Ojo a cómo gestiona las partidas de Igualdad la edila Marifé Antoñanzas, que es de Cs, no del PP, un detalle que quizá Vox ha obviado. Son muchas las novatadas en este acuerdo. La principal, el error clamoroso de que violencia machista e intrafamiliar convivan en la misma partida. Son 50.000 euros más para una violencia de género que entienden de forma diferente, pero al final la extrema derecha no va a tener forma de saber cuánto se ha dedicado a una y cuánto a la otra. Llegó a exigir dos partidas, y eso sí que habría apretado las tuercas.

Brillante jugada de María Navarro en una negociación en la que Vox vende como triunfo para un presupuesto en el que, en términos globales, ha aportado muy poco. Solo los 330.000 euros de los socialistas para la avenida Navarra le va a dar más rédito que los buscados recortes de la ultraderecha de Julio Calvo. Pero son las consecuencias de ser marioneta de quienes mueven los hilos desde Madrid, que no saben si esas aceras están destrozadas. Su guerra era la de quitar 20.000 euros a la memoria histórica, la de fusilar todo lo que huela a Plan Integral del Casco Histórico (PICH) aunque se pase de frenada y le meta un hachazo bestial a La Caridad. El Gobierno le facilitó una salida airosa y lo rectificaron.

La batalla es el discurso de «los tuyos, los míos y el resto» en la que andan enfrascados todos. Pero le es fácil aniquilar los convenios de CCOO y UGT a los que PP y Cs llevaban años disparando, o quitar 500.000 euros a unos fondos para cooperación que se aumentaron por si acaso antes. Es sencillo blindar 300.000 euros para la ayuda a las embarazadas que, con lo genérico de la partida, bien podría financiar el cheque guardería que el Gobierno Azcón-Fernández prometió impulsar. O dejar sin dinero para folletos a una oficina de transversalidad que seguirá abierta. Así, ese pin de Vox pesa menos.