En ardorosa pero cortés misiva, un lector refuta mis criterios sobre la necesidad de un nuevo Pacto del Agua (político y social) que incluya a los afectados por los pantanos. ¿Y los intereses generales?, me dice. ¿Y los regadíos? E insiste: si no regulamos y embalsamos aquí ¿como controlaremos el agua?; si la dejamos correr libremente, ¿no la estamos ofreciendo al trasvase?

Pues bien, querido amigo, permítame que le responda a vuelta de correo y le advierta de que las premisas de este silogismo acuático no son exactamente las que usted dice aunque sí son las que utilizan don Gustavo Alcalde y quienes son simultáneamente partidarios de recrecer Yesa a cota máxima (inundando lo que se ponga por delante) y de trasvasar el Ebro al Arco Mediterráneo.

Respecto a los intereses generales le diré que cada cual los ve de una manera. Yo estoy a favor de incrementar los regadíos, pero sé que ello ya no es decisivo para el desarrollo económico de Aragón. Ni Yesa, ni Biscarrués ni Santaliestra son cuestión de vida o muerte. Se trata de proyectos opinables, y es de ley que los primeros en opinar sean los afectados. Ellos, sus tierras y sus pueblos también son de interés general.

Repare además en que el trasvase ha de estar sujeto a unas condiciones muy complejas. Hay factores meteorológicos, estacionales y de capacidad de las tuberías que impiden tomar el agua al instante. Por ello hay que almacenar bastantes cientos de hectómetros cúbicos y guardarlos para el momento oportuno. ¿Dónde? En Valencia nadie quiere apechugar con el embalse o embalses que habrían de recoger tales caudales. Y en la documentación anexa del PHN se apuesta por disponer de depósitos en origen que complementen a los pantanos del Bajo Ebro. Por eso una obra como el gran recrecimiento de Yesa es, cuando menos, sospechosa. Por eso lleva lustros parada. Y por eso, ¡oh casualidad!, sólo se reactiva si tenemos trasvase a la vista.