Parece que el covid ha solapado cualquier otra dolencia médica, pero estas continúan ahí y las circunstancias en las que evolucionan las patologías ajenas al coronavirus, con un confinamiento que fue demoledor para ellas, dejan historias como la del aragonés S. R. L.

Asegura que ya no sabe «hacia dónde tirar ni qué puerta tocar». Sus dos padres, grandes dependientes con un grado 3 y también con una elevada demencia reconocida, se encuentran ahora ingresados en el hospital Miguel Servet de Zaragoza. Cuando reciban el alta volverán a su casa porque, desde hace más de tres años, esperan que la tramitación de Instituto Aragonés de Servicios Sociales (IASS) se resuelva y les conceda una plaza en una residencia. «Desde abril y hasta ahora, mi padre ha estado únicamente 60 días en casa. Le dan el alta y al poco tenemos que volver a ingresar. ¿Cómo es posible que nadie agilice los cuidados sabiendo en el IASS nuestra situación familiar?», cuenta.

Él se hizo legalmente cuidador de su padre y su hermano tutor de su madre para solicitar las pertinentes ayudas al IASS. «La trabajadora social del barrio nos ha ayudado mucho. Nos perdieron en un momento los papeles y tuvimos que volver a empezar. Mis padres han dado mucho bajón en estos meses, su dependencia es todavía mayor», explica. El tiempo pasa y siguen sin respuesta del Gobierno de Aragón para su «desesperación» personal. «Vamos a caer enfermos, he perdido 20 kilos en todo este tiempo. No puedo dejar de trabajar, ya lo ha tenido que hacer mi hermano, que además sufre una depresión porque la situación nos supera», relata. «Nos sentimos solos y nos duele que alguna vez algún médico nos haya dicho que no atendíamos a nuestros padres en el hospital, pero no podemos dividirnos más», insiste este aragonés.

En este tiempo lo único que han conseguido es una ayuda a domicilio de dos horas a la semana, «pero es insuficiente», dice, porque su madre ha pasado ya de 1 a un grado 3 de dependencia. Desde el pasado día 30 el matrimonio está ingresado en el Servet. Allí despidieron y han recibido el año esta familia que pide «empatía» a la la DGA. «Entiendo los retrasos de la burocracia, entiendo el covid, pero lo que puedo tolerar es que me digan que no atiendo a mis padres. Saben de nuestra situación familiar y lo único que pedimos es que nos den una solución cuando está demostrado que son grandes dependientes», reitera.