Una excavación en un páramo de Ateca presenta material taifal hispano musulmán del siglo XI o principios del XII que, junto a pruebas documentales, han ayudado a situar un asentamiento musulmán cuya pista se perdió hace siglos, y que dio nombre a la cidiana batalla de Alcocer.

Cuenta el célebre Cantar de Mio Cid que el Cid Campeador y su ejército tomaron Alcocer frente a los musulmanes con esta maña: fingieron abandonar su campamento y cuando los habitantes de Alcocer se acercaron, los del Cid les sorprendieron y tomaron el pueblo.

Otros 3.000 hombres llegados desde Valencia fueron vencidos en una cruenta batalla por el Cid y los suyos, que prosiguieron el camino del destierro Jalón abajo, con un sustancioso botín y tres mil marcos de plata, fruto de la venta de Alcocer a otros pueblos.

La pista de Alcocer se perdió hace siglos, lo que dio lugar a un debate entre los estudiosos acerca de la existencia real o no de ese asentamiento musulmán que se recoge en el cantar.

«Ha habido autores muy reconocidos que han pensado que Alcocer no ha existido nunca y que ese episodio fue un invento para realzar la figura del Cid», explica el historiador atecano Francisco Martínez, que indaga desde hace más de treinta años acerca de los pasos del personaje.

Los topónimos que aparecen en el cantar, las pruebas documentales, así como una excavación previa en el 2004 en el paraje de Ateca denominado La Mora Encantada determinaron que se trataba, de forma muy probable, de la ubicación del desaparecido asentamiento de Alcocer. Evidencias que demuestran que ese lugar «por lo menos geográficamente no es pensado, sino que es real», defiende el estudioso.

EN DICIEMBRE

Una nueva excavación realizada el pasado mes de diciembre, por los arqueólogos José Luis Cebolla y Francisco Javier Ruiz y financiada por la Diputación Provincial de Zaragoza, corrobora que los restos de utensilios encontrados pertenecen a finales del siglo XI o principios del XII, la época del Cid. Además, hay restos de ceniza y vasijas rotas que delatarían un precipitado abandono del asentamiento.

Para Martínez, esto delata que, o bien la historia del Cid es cierta, o los restos corresponden a la conquista de Alfonso I en 1120.

Ahora, el yacimiento aguarda tapado una posible nueva campaña para descubrir su extensión o cómo fue abandonado y los restos como un molino de mano o el mango de un cuchillo, serán restaurados. A la espera de despejar incógnitas sobre la realidad o leyenda, el sitio descrito en el Cantar «difícilmente podría ser otro que el de La Mora Encantada», defiende el historiador.