Bombazo científico en la Universidad de Zaragoza. El campus aragonés va a contar con una instalación única en Europa, que se ubicará en la Facultad de Medicina, en la que se trabajará para buscar nuevas terapias contra la tuberculosis. El proyecto, que forma parte de la mayor iniciativa europea (ERA4TB) para acelerar el desarrollo de antibióticos contra todas las formas de esta enfermedad, tendrá en Aragón un punto clave para su puesta en marcha, ya que será en el campus público donde se coordinarán los ensayos in vitro de esta iniciativa.

Estos consistirán en realizar combinaciones entre diferentes antibióticos —ya que la tuberculosis

no se puede combatir solo con un fármaco— hasta dar con la unión exacta que sirva como base de una nueva terapia efectiva. Para ello se cuenta con 4,2 millones de euros en la institución (dentro de un montante de 200 millones de los que dispone el plan europeo) y los trabajos se desarrollarán a lo largo de seis años de la mano del profesor José Antonio Aínsa y del investigador Santiago Ramón García, ambos miembros del grupo de Genética del Microbacterias de la universidad. “Lo que cuentan no es ciencia ficción, es ciencia de alto nivel", ha dicho este martes el rector de la Universidad de Zaragoza, José Antonio Mayoral, durante la presentación del proyecto.

En concreto, la infraestructura que se instalará en Medicina no se trata de un edificio nuevo, sino que se aprovecharán espacios en desuso del edificio A y que supondrán, una vez que estén a pleno rendimiento, cuadriplicar la superficie actual destinada a niveles de seguridad biológico de tipo 3. Estos son entornos de máxima seguridad y vigilancia por lo que dentro de ellos se está desarrollando. Se espera que dicha tecnología esté a pleno rendimiento “a mediados del 2021”, según ha dicho Aínsa.

El proceso

En el interior de esta instalación se trabajará con biorreactores, que son sistemas que mantienen un ambiente biológicamente activo y dentro de los cuales se ensayará. “Lo que está claro es que la tuberculosis no se puede tratar solo con un antibiótico, sino que hace falta una combinación. Será dentro de ese biorreactor donde haremos esa mezcla, esa combinación, de varios para ir probando y buscar la terapia más adecuada”, ha apuntado Ramón-García. “Tendremos todo monitorizado y eso nos permitirá obtener datos esenciales para diseñar después los ensayos clínicos futuros. Podremos hacer muchas combinaciones de antibióticos a la vez y nuestra expectativa es contar con 32 biorreactores que trabajen de forma simultánea”, ha puntualizado Aínsa. Esto permitirá también un ahorro de tiempo, porque con un número menor de biorreactores se tendría que esperar más a terminar el experimento.

Este material es un cartucho de forma cilíndrica, de entre 15 y 20 centímetros de largos y entre 3 y 5 centímetros de grosor, en los que se prepara un cultivo de la bacteria de la tuberculosis. “El interior de estos cartuchos está atravesado por miles de microtubos de un grosor inferior al milímetros, por los que circula un fluido que contiene los antibióticos que se están ensayando como posibles fármacos contra la tuberculosis”, ha comentado el profesor.

El profesor Aínsa muestra uno de los biorreactores que se usarán en el proyecto.

Este sistema permite imitar in vitro la exposición de los antibióticos en humanos y monitorizar, a lo largo del tiempo, el efecto que ejercen sobre las bacterias. “Eso ayudará a obtener parámetros de gran utilidad para el diseño de posteriores ensayos clínicos en humanos”, ha añadido Ramón-García.

Mientras se adaptan los espacios de Medicina, de manera provisional se ubicará esta tecnología en el Centro de Encefalopatías y Enfermedades Transmisibles Emergentes de la Facultad de Veterinaria. Allí se comenzará con una capacidad de 4 a 8 biorreactores.

Las expectativas son buenas, pero los resultados, tal y como han explicado los investigadores, dependerán de los plazos que determine el consorcio dentro del proyecto European Regimen Accelerator for Tuberculosis y que tiene un presupuesto global superior a 200 millones de euros. "Trabajaremos en función de sus decisiones, pero desde nuestra experiencia, ganas y pasión haremos todo lo posible para obtener los mejores resultados posibles y para dejar a la Universidad de Zaragoza en buen lugar", ha dicho Aínsa. El consorcio internacional lo forman 31 organizaciones públicas y privadas de 13 países.

Un referente

Tanto el rector Mayoral como la consejera de Ciencia, Universidad y Sociedad del Conocimiento, Maru Díaz, han resaltado que la institución está "a la vanguardia" en investigación y proyectos como este ayudan a "retener mentes brillantes" en la institución pública, según Díaz. "Llevamos años siendo un referente en la vacuna contra la tuberculosis, gracias al doctor Carlos Martín, y fuera ven a la universidad con buenos ojos. Aquí hay talento, pero lo más importante es que ese talento se sienta cómodo. Si se le da soporte y recursos todo es posible y hoy es un día para estar satisfechos", ha añadido Mayoral.

Esta tecnología no solamente será aplicable a la tuberculosis, también resultará de gran utilidad para el estudio de otros tipos de antibióticos dirigidos contra otros patógenos bacterianos y, además, presenta muchas otras utilidades en biomedicina.

Por otro lado, "y algo que ha sido clave para elegir Zaragoza", según los investigadores, ha sido la sostenibilidad del proyecto. "Las instalaciones no se quedarán sin uso cuando termine el proyecto, sino que serán reutilizadas y el objetivo es que perduren en el tiempo y se consoliden en Europa de forma que también pueda explotarse para el desarrollo de otros fármacos para la lucha contra la resistencia antimicrobiana", han detallado.