Saber vender Zaragoza y, por extensión, Aragón es uno de los retos a los que se enfrentan los creativos del marketing cada vez que tienen la misión de idear, diseñar y lanzar una campaña a nivel nacional o internacional. No es tarea sencilla, aunque tanto la ciudad como la comunidad reúnen suficientes atractivos como para captar la atención de los potenciales visitantes. Eso sí, a veces la mejor publicidad es la que te proporciona la propia realidad.

El salto de Teruel Existe a la política ha dado una notable visibilidad a una de las provincias más abandonadas de España. Ni siquiera el anuncio de Ikea ha podido competir con la irrupción de esta agrupación de electores en el Congreso de los Diputados. Nunca antes la provincia había tenido tanta presencia en los medios españoles y del resto del mundo. Lo mismo sucedió con el Ecce Homo de Borja, la famosa pintura mural, cuya restauración fallida ha generado más de 250.000 visitas en este municipio zaragozano desde que en el 2012 Cecilia Giménez obrase el milagro.

No obstante, sería mucho más gratificante que la comunidad y la capital pudieran estar en el foco de atención mediático por cuestiones más relevantes. Y con ello no me refiero solo al ascenso del Real Zaragoza a Primera división, que supondría una buena inyección de autoestima para la ciudad además de una propaganda incalculable, sino a la capacidad de Zaragoza para convertirse de una vez por todas en uno de los puntos de referencia en el panorama nacional.

La capital aragonesa reúne una serie de virtudes incalculables y poco aprovechadas para dejar de ser considerada únicamente un cruce de caminos. Zaragoza debería competir para convertirse en un escaparate de la escena cultural, económica y social del país. Y hacerlo sin complejos.

La inauguración del nuevo Mercado Central supone dar un pequeño paso en esa dirección, pero todavía queda un largo recorrido que exige como condición inexcusable tener una hoja de ruta, un modelo de ciudad diferencial. Lo hicieron Bilbao, Valencia y ahora está en ello Málaga. ¿Y Zaragoza?

El imán del noreste

Un reciente análisis del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) señala que los jóvenes de entre 25 y 39 años con formación universitaria se concentran en Madrid y Barcelona porque absorben a trabajadores cualificados que no encuentran empleo en su lugar de origen. En Galicia, Asturias, Navarra, Castilla La Mancha, Cantabria o la Comunidad Valenciana, entre el 45 y el 55% de los jóvenes con título universitario tiene que marchar.

Zaragoza, ciudad de tamaño medio, con una calidad de vida media-alta, buenas conexiones con las principales capitales de España y un precio de la vivienda aún asequible, debería emerger como destino de muchos de esos jóvenes. Pero para ello hace falta creérselo y diseñar un ecosistema en el que vayan de la mano la Universidad de Zaragoza, empresas e instituciones.

Pero la capital, además de muchos atractivos, también convive con sus propias contradicciones. Es el epicentro nacional de la movilidad, pero renuncia a una segunda línea del tranvía más eficiente, menos contaminante y más segura. Es capaz de alumbrar grandes artistas y destacadas figuras del mundo de la cultura, pero descuida este gran nicho. Posee un elevado potencial para atraer visitantes, pero carece de un proyecto diferencial que la identifique.

También debería aprovechar su talante conciliador, su equidistancia geográfica y política respecto a las tensiones que se viven en Barcelona y Madrid. Y desechar discursos radicales, que ensucian la buena imagen labrada durante años. Y ahí tiene mucho que decir el Gobierno de PP y Ciudadanos y su convivencia con la ultraderecha.

Y mientras, se puede plantear traer el Ministerio de Transición Ecológica y el Reto Demográfico a Zaragoza. Pero eso, de momento, parece algo alejado de la realidad.