Zaragoza está lejos de la Ruta del Tambor y el Bombo, pero, ayer, la plaza del Pilar de la capital aragonesa vibró de forma similar a como lo hacen los nueve pueblos que la conforman para conmemorar la Pasión y Muerte de Jesús. Fue lejos de la Semana Santa, pero no por ello sin sentimiento, ya que el fin era también muy justo: llamar la atención sobre la dignidad de los refugiados. El acto estuvo organizado por el Arzobispado de Zaragoza como «gesto diocesano» y fue apoyado por la Junta Coordinadora de Cofradías.

La convocatoria, a pesar de la amenaza de lluvia, fue masiva, tanto de asistentes como de cofrades que hicieron sonar sus instrumentos. Tocaron dos marchas en tres tiempos: «Imágenes» y «Zaragoza». También se leyó un manifiesto y el arzobispo de Zaragoza, Vicente Jiménez, pidió a los asistentes «reflexión» sobre el trato que merecen y el que reciben los inmigrantes o los asilados. «Aquí, junto a la Virgen del Pilar, la madre de todos, debemos comprometernos a que nuestros oídos no permanezcan sordos ante nuestros hermanos, sino que se abran a la defensa de los derechos y de la dignidad humana».

Apeló a «construir la ciudad de la fraternidad a través de la cultura del encuientro», atendiendo al «espíritu noble de los aragoneses» para «superar los egoísmos y luchar contra la globalidad de la indiferencia». «La Iglesia tiene que abrirse a los demás para que la vida sea fecunda, la sociedad consiga la paz y las personas recuperen su dignidad, son como nosotros, el mismo honor, derechos y deberes». Por su parte, Javier Celaya, responsable de la coordinadora de este gesto, lamentó «los muros mentales y de fronteras existentes en la sociedad» y, especialmente, «porque no se ven a personas que sufren, sino números que como mucho significan una amenaza a la sociedad acomodada».

Por ello, pidió a los asistentes que alcen la voz para denunciar las políticas europeas «de migración y asilo, que también se aplican en nuestro país». «Debemos reclamar a nuestros gobernantes que apliquen políticas que prorpocionen una verdadera asistencia humanitaria y establezcan vías seguras de migración», apuntó. Celaya resaltó la «importancia» de que las diferentes culturas convivan para «enriquecerse mutuamente». «Debemos ser personas cántaro en el desierto de nuestra sociedad», concluyó. Junto a este acto, también se celebró una reunión en la que se intercambiaron experiencias.