Dicen los expertos que la pobreza cada vez tiene más rostro de mujer, y que cuando son ellas las que la padecen en su formato más extremo, como dormir en la calle por la falta de recursos básicos, la viven y les golpea de una forma más dura. También afirman que en Zaragoza, como en otras ciudades de España, se viene observando una «peligrosa tendencia al alza» y también que la Administración no tiene instalaciones lo suficientemente adaptadas para una atención que excede la falta de techo o de alimento, ya que ellas acuden con un componente psicológico añadido, fruto generalmente de episodios vinculados a la violencia física, no necesariamente de componente machista, que tradicionalmente les había alejado de la intemperie. Pero ahora son más, las que acuden al albergue y las que duermen al raso, y eso genera «alerta».

Así lo explicaban esta semana a este diario tanto la directora del albergue de Zaragoza, Charo Jiménez, como los responsables de Cruz Roja encargados del recuento que se hizo de personas que dormían el pasado miércoles por la noche en las calles de Zaragoza. «La preocupación es máxima», aseguran, «hay que actuar». Y no por las frías cifras que deja el censo de personas sin hogar en un día puntual, que sí ponen datos y el foco a la percepción que ya venían constatando. En ese caso, fueron 15 de las 120 que encontraron, 6 más que en el último recuento, del 2016. Y ahora toca analizar por qué.

DOBLE VULNERABILIDAD

Para Cruz Roja son múltiples los motivos que pueden explicar esta tendencia. Puede deberse a que el grado de vulnerabilidad es tal que han perdido incluso el miedo a la calle, donde la suya es una «doble vulnerabilidad», al estar expuestas a la carencia de las necesidades más básicas como un techo bajo el que dormir y un riesgo para su integridad física. O bien también lo explicaría el hecho de que quizá también han perdido invisibilidad, y que en años anteriores, simplemente, lo que hacían era resguardarse en lugares más ocultos y alejados de viandantes y del resto de personas sin hogar que, eso sí, tradicionalmente habían sido casi siempre hombres.

Quizá es por una conjunción de ambas circunstancias y porque instalaciones como el albergue están «ocupadas con frecuencia al límite de su capacidad», ellas, las mujeres, pueblan con más frecuencia las calles en noches como la del pasado miércoles. Pero en el análisis concluyen que «necesitarían una atención más integral que la que la Administración hoy les puede dar».

EN PISOS VACÍOS

En instalaciones como el albergue, donde su directora recuerda que está próximo a reformarse. Al igual que la responsable de Derechos Sociales del ayuntamiento, Luisa Broto, que explica que «no será tanto en la capacidad como en el concepto mismo de un espacio más individualizado, donde puedan tener llave en sus habitaciones y guardar en ellas sus objetos personales». Es una de las medidas más destacadas que tiene el plan para las personas sin hogar que Zaragoza tiene elaborado y que, para los expertos, urge poner en marcha ya. Porque recintos como el albergue están anclados en perfiles de transeúntes que hoy no se adaptan a realidades como esta pobreza extrema femenina, que requieren de unas condiciones personales más específicas. De menos espacios comunes.

Otra línea de actuación pasa por un acuerdo con la Universidad de Zaragoza para «el estudio y seguimiento» de esta tendencia de la pobreza extrema femenina, una «línea de investigación con profesionales que hagan una evaluación que hasta ahora no se había hecho», añadió Broto. «Queremos ir más allá en la protección, porque tenemos la hipótesis de que hay más personas que acceden al albergue pero sí a pisos vacíos», explicó.