Después de vivir años de espaldas al Ebro, Zaragoza ha transformado sus riberas y reconvertido lo que en algunos tramos eran auténticas escombreras en espacios para el uso y disfrute ciudadano, con parques, paseos, embarcaderos y un museo de arte al aire libre. El Ebro se ha convertido, gracias a la Exposición Internacional que se abre el público el 14 de junio, en la "calle Mayor" de Zaragoza, como reitera con orgullo y plena satisfacción siempre que puede el alcalde de la ciudad, Juan Alberto Belloch.

Esta transformación ha permitido recuperar para los zaragozanos 18 kilómetros de riberas del Ebro. Miles de personas ya las disfrutan cada fin de semana y sienten cómo su ciudad ha recuperado un espacio casi olvidado, como ha ocurrido en otras ciudades que vivían de espaldas al mar o a sus ríos. La Exposición Hispano-Francesa que acogió la ciudad en 1908 dejó un legado de monumentos como el Museo Provincial, un enorme palacio neorrenacentista inspirado en los palacios del siglo XVI aragoneses, o el Gran Casino, un edificio modernista que se mantuvo hasta 1930; la Escuela de Artes, en la plaza de los Sitios, o el Monumento a Los Sitios, del escultor catalán Santiago Querol.

Cuando en 1999 Belloch aspiraba a ser alcalde y defendía este proyecto, auguró que la Expo serviría como "motor de desarrollo" de la ciudad, aceleraría la construcción de grandes infraestructuras y generaría la atracción de recursos económicos del Estado y del Gobierno de Aragón. La Expo ha supuesto una inyección económica de más de 2.200 millones de euros, sólo en el denominado "Plan de Acompañamiento", para infraestructuras, equipamientos, el acondicionamiento de los ríos Ebro, Gállego y Huerva, y el Canal Imperial, la puesta en marcha de la red de Cercanías o la nueva terminal del Aeropuerto.

Con motivo de la Exposición Internacional, que consiguió en París el 16 de diciembre de 2004, la ciudad tiene dieciocho nuevos puentes y pasarelas sobre los cuatro cauces -cuatro para el tráfico rodado-, que han supuesto una inversión de más de 170 millones de euros. Los más espectaculares son el pabellón-puente de la arquitecta de origen iraquí Zaha Hadid, que es un espacio expositivo de la Expo, el denominado del Tercer Milenio, del ingeniero Juan José Arenas, con el que se cierra el tercer cinturón de ronda -que según Belloch sin la Expo no se hubieran hecho "jamás"-, o la pasarela del Voluntariado, de Javier Manterola.

También se ha construido en el cauce del Ebro un azud, que mantendrá navegable gracias a una lámina de agua estable un tramo de cinco kilómetros, por los que varias embarcaciones trasladarán a los visitantes de la Expo. Un proyecto que a punto estuvo de quedarse sin financiación, no exento de polémica por la oposición de los ecologistas al dragado del río y a las posibles afecciones al viejo Puente de Piedra, ya que ha habido que dotarlo de suficiente calado.

Pero el Ebro también se ha convertido en un museo al aire libre, con una serie de propuestas artísticas, como las seiscientas "ranillas" de Miguel Ángel Arrudi, que salpican las orillas, o la Noria de artesanos sirios propuesta por los franceses Nicolas Camoisson y Marion Coudert, de gran impacto visual. Una plataforma-mirador, diseñada por el alemán Claus Bury, un bosque de árboles electrónicos con células fotoeléctricas, de Christopher Janney, o las propuestas diseñadas por Ricardo Scofidio y Elizabeth Diller, Premio MacArthur 1999, son otras de las obras que se ven junto al río.

Una de las actuaciones más impactantes es el Parque del Agua, que rodea el recinto de la Expo, y que con sus 125 hectáreas será el nuevo pulmón de la urbe, con una variada oferta de ocio, canal de aguas bravas, centro termal y playas fluviales. En los cuatro cursos fluviales la ciudad ha rehabilitado 40 kilómetros de riberas, dotadas con carril-bici que se interconectan entre sí con otras áreas de la ciudad, como el barrio de la estación del AVE o la propia Expo, y que permitirán recorrer en un futuro el anillo verde que circunvalará toda la ciudad.