El canal de Aragón y Cataluña marca el límite fronterizo entre las provincias de Huesca y de Lérida entre las localidades de Albelda y Alfarrás. La relación entre los dos municipios es tan estrecha que la desescalada a dos velocidades que han emprendido los dos territorios está provocando dificultades evidentes en muchos de los comercios y negocios, también los agrícolas.

Uno de los repartidores que se encarga de la zona comarcal de La Litera, Antonio Moreno, lamenta las limitaciones que se están encontrando para desempeñar su labor. En su jornada abastece a los restaurantes, bares, tiendas y servicios de todo el entorno rural, pero la línea fronteriza va ha marcar su límite, a pesar de que antes de la crisis del coronavirus sus entregas podían llegar a los alrededores de Lérida. «No hemos parado en todo este tiempo, pero la recuperación está siendo muy lenta», lamenta.

Lo mismo sucede en la panadería de Albelda. Parte de sus clientes eran personas que por motivos laborales cruzaban la franja entre las dos provincias y esa vía de ingresos seguirá limitada durante bastante tiempo. Además, se encuentran con una curiosa paradoja. Pilar Aloi, que atiende tras el mostrador, puede acudir cada jornada a su puesto de trabajo a pesar de residir en Alfarrás (a poco más de 10 kilómetros), pero tiene vetado acudir a su segunda residencia o a casas de familiares. Sin embargo, si viviera en Huesca podría desplazarse hasta Jaca sin ningún impedimento. «Al comienzo de la crisis se vivió con bastante incertidumbre, pero ahora todo está más tranquilo», asegura el responsable del establecimiento, Gerardo Negre.

TEMPOREROS /

Más complicada es la situación para las personas que trabajan en la agricultura. La libre circulación entre provincias está asegurada para atender a los cultivos, aunque estos se encuentren en localidades diferentes. Pero la situación no se repite en el caso de los temporeros que hacen falta para la campaña de la fruta. En Fraga, capital del Bajo Cinca y uno de los polos más pujantes de la fruticultura en la comunidad, la situación podría derivar en un problema sanitario.

El pasado fin de semana fueron los propios vecinos los que alertaron sobre la presencia de grupos de inmigrantes que se habían trasladado desde Lérida para trabajar en la recogida del melocotón, la pera y la manzana (a pesar de que la temporada todavía no ha comenzado al 100%). La Guardia Civil identificó ayer a 26 personas por carecer de contratos.

Muchos de ellos se han establecido de forma irregular en las inmediaciones de la estación de autobuses de Fraga. Es el caso de Samba Sylla, un senegalés que lleva 17 años en España, siempre vinculado a la hostelería. Ahora, por obligación, ha tenido que probar en otro sector. «Estamos esperando a que nos llamen para trabajar, no se puede hacer otra cosa», lamenta.

Las complicaciones se repiten en Calatayud en el límite con Guadalajara, aunque en menor medida. «Algunos pueblos tienen relaciones comerciales con Molina de Aragón, pero lo fundamenta se hace en la comarca», explica el presidente, Ramón Duce.

Las normas siempre tienen excepciones, al menos hasta que alguna autoridad decreta lo contrario. Justo en el límite provincial entre Huesca y Lérida, aunque en el municipio de Albelda, tiene su hogar Pedro Pérez. «He vivido mucho en Cataluña, pero me quise jubilar en Aragón», revela. En estos días se ha aprovechado de la norma que obliga ha realizar las compras en la tienda más cercana para pasar hasta Alfarrás (a solo dos kilómetros) para abastecerse. Y piensa seguir haciendo lo mismo, a pesar de la desescalada. «Hasta ahora no hemos notado ningún cambio», dice a la sombra del canal.