Probablemente te haya pasado en más de una ocasión. Pero si nunca lo has sentido, seguro que lo has visto en la televisión más de mil veces. Es el flechazo, el amor a primera vista. Y va mucho más allá de los libros y las películas. ¿Existe de verdad?

Para descubrirlo llevamos a San Valentín al neurólogo. Tenemos la firme intención de conocer qué pasa por la cabeza cuando nos enamoramos.

“El flechazo es el tiempo que tarda nuestro cerebro en liberar las moléculas neurotransmisoras que generan las distintas respuestas emocionales”, confirma el neurólogo Pablo Eguía.

Está científicamente demostrado que el ser humano es capaz de enamorarse en un abrir y cerrar de ojos.en un abrir y cerrar de ojos.

Una persona puede llegar a enamorarse en menos de un segundo, concretamente una quinta parte de un segundo. El cerebro reacciona, el corazón se acelera, las mariposas aparecen en el estómago...

Así lo señala la investigación que se ha llevado a cabo en la Universidad de Syracuse, en Estados Unidos.

Esta “Neuroimagen del amor”, que atribuye el mayor potencial del enamoramiento a nuestro cerebro, determina que las reacciones que se producen durante esos momentos iniciales de amor irracional pueden llegar a provocar las mismas reacciones en nuestro organismo que el consumo de cocaína.

En el proceso se ven implicadas doce áreas del cerebro que al ponerse en marcha segregan un buen puñado de sustancias bioquímicas, dopamina, oxitocina y adrenalina, entre otras, que generan en los enamorados esa excitación inicial que acaba por convertirse en amor.

Pues esa acción de enamorarse no supera el medio segundo. Ese es el tiempo que necesita nuestro cerebro para liberar las moléculas neurotransmisoras que generan las diferentes respuestas emocionales.

Esta teoría ha podido ser comprobada gracias a las técnicas de neuroimagen, que como confirma el Doctor Jesús Porta-Etessam “han permitido acercarnos al conocimiento de muchas de las conductas que caracterizan a los seres vivos. Estas investigaciones y otras muchas han sido posibles gracias al estudio de la actividad de las distintas zonas cerebrales, lo que ha permitido comprobar que el funcionamiento de la mente no sólo se limita a los procesos cognitivos”.

El sexo del cerebro

Cuando hablamos de amor, y la ciencia respalda este argumento, hombres y mujeres no tienen nada que ver los unos con los otros.

Eso es lo que dice nuestro cerebro de nosotros y de la forma en que nos enamoramos.

Pablo Eguía insiste en cómo “el cerebro de los hombres y el de las mujeres experimentan el amor de forma distinta: Mientras que los hombres, cuando se enamoran, parecen tener una mayor actividad en la región cerebral asociada a los estímulos visuales, en las mujeres se activan más las áreas asociadas a la memoria”.

Una diferencia sustancial que explica la forma en que el organismo de ellos y de ellas se comporta cuando se enamora.

El amor es una cuestión de cerebro y tiene base científica.

Es más, los descubrimientos asociados a esta investigación que han ayudado a entender ciertas partes del cerebro, “podrían tener una mejor comprensión de qué ocurre en él cuando un paciente sufre por amor y podrían utilizar nuevas terapias» señala la investigadora y Doctora Helen Fisher de la Universidad de Rutgersen en Nueva Jersey.

No todos los amores son iguales

Del mismo modo que la investigación ha sido capaz de confirmar el tiempo y las reacciones que produce el amor en nuestro organismo, la ciencia también es capaz de confirmar que no todos los amores son iguales.

Y no lo son porque nuestros cuerpos no reaccionan del mismo modo ante el amor de pareja que ante el amor fraternal o el amor filial.

En función del tipo de relación que mantengamos con ese otro individuo nuestro cerebro actuará de una u otra manera y activará el área, de las doce definidas, que sea necesaria.

Así lo demuestra el estudio de investigación llevado a cabo por la Doctora Fisher.

La actividad neuronal es distinta según se trate de amor, cariño, deseo sexual... Lo que también explica las diferentes reacciones y sensaciones que tenemos en función de la etapa de enamoramiento en la que nos encontremos.

En el amor pasional se pone en marcha el sistema de recompensas, ubicado entre las doce áreas del cerebro; en cambio, el amor incondicional como el que se produce entre una madre y un hijo se da en la mitad del cerebro.

Queda confirmado que lo que se siente por una madre es único.